Debe de ir en los genes; en el quiero y no puedo del nuevo rico que descubre el esplendor de los rayos uva y la apariencia en sociedad con zapatos de marca comprados con el remanente de la ñapa de Porcelanosa. Aunque la pinta sea la de siempre, la del hortera que
marca paquete y cuenta corriente, mientras agarra la factura, dejadme solo, que esta la pago yo y además te invitó a un traje a rayas diplomático y alpaca.
Son horteras, de derechas, pero horteras a fin de cuentas, aunque tanto monta, monta tanto con los nuevos ricos de izquierdas que más que horteras son cursis y progres, es decir, cursiprogres, que con los dineros se compran escudos heráldicos de vitrocerámica y sillones de fuste en la Academia, para pasar por finos, elegantes, ilustrados y con modales de urgencia de manual de buenas maneras y manicura Ferrero Rocher de cortesana.
Los horteras peperos de derechas no se cortan, les gusta gallear en Jaguar rojo y lo pagan sin pudor y recato, mientras que los cursiprogres de izquierdas son melidrosas chachas que imitan el estilo de la señorita para pasar por finas, cuando tienen la roña pegada en el marco del Picasso y los palominos sectarios pegados en la cacería y el gatillazo, de Quintos de la Mora.