26 de marzo de 2009
Fenomenología de los culos y las culonas
"Fenomenología: 3. Método filosófico desarrollado por Edmund Husserl que, partiendo de la descripción de las entidades y cosas presentes a la intuición intelectual, logra captar la esencia pura de dichas entidades, trascendente a la misma consciencia".
Eso dice el diccionario y tiene razón porque también hay culos que no son de culona y que son memorables y merecen nuestra consideración, en plan formal, porque todas las tardes que salgo a pasear me doy con un culo que merece todo nuestro reconocimiento y las debidas albricias y aleluyas, es decir, echar las campanas al vuelo porque es un culo antológico y ontólogico: un culo redondito y
protuberante que sobresale tras una estrechísima cintura y unos hermosos muslazos.
El de la foto es normalito, del montón, pero el otro es espectacular y no lo pongo aquí por respeto a la propiedad intelectual. Mi estimado doctor Pascual Lucas tiene ya las oportunas referencias porque nos hemos parado para disertar sobre el particular, sobre este acontecimiento, sobre la buena nueva, sobre ese hermoso culo pues es un culo perfecto que habla y te lo cuenta todo mientras camina delante de ti y te deja embolicado y atento al devenir de su movimiento, arriba y abajo, con soltura y gracejo.
Un culo para enmarcar y adorarlo de por vida. Un culo de esos que hacen historia, que marcan tu vida y que te pueden llevar a la clausura para festejarlo y adorarlo como se merece, en plan contemplativo. Me río yo de los místicos. Un culo hermosísimo, ya digo, hasta el punto de que cuando me encuentro a la chica por el paseo Ribereño al río Segura, a la altura del puente de Hierro, sigo su culo hasta el siguiente puente, el de Alambre, porque allí tengo que cruzarlo para subir al pueblo.
Eso hacía hasta ahora, pero desde que su culo apareció en mi vida ya no me subo y la sigo hasta el otro puente, el del Argaz. Y cuando llega y se da la vuelta para reemprender el camino, me pregunto en plan metafísico: ¿Merece la pena dar la vuelta y andarse otros tantos kilómetros para seguirlo?
La pregunta no es baladí y requiere una respuesta filosófica. ¿Merece la pena dar la vuelta y andarse otros tantos kilómetros para seguir admirándolo?, me pregunto muy ontológico, ya digo. Sin duda, lo merece. Así que sigo otros cuantos kilómetros más hasta que ella sube de nuevo al pueblo y yo me voy a mi casa discretamente para que no piense que soy un psicópata que sigue su culo.
Aunque lo sea, claro. Porque lo soy, pero pese a ello me he planteado pararla y decirle: “Amo tu culo y estoy dispuesto a casarme con él para el resto de mi vida”. Pero no se lo he dicho porque probablemente ella me diría que soy un materialista que sólo pienso en su culo.
“No me gusta que me quieran sólo por mi culo”, me dirá. Y la comprendo, porque aunque a mí no me importa que me quieran sólo por mi dinero, uno entiende que a las mujeres les moleste que las quieran sólo por su culo. Aunque a uno no le importe cargar también con ella, que conste. Merece la pena el sacrificio.