Los presidentes vasco y catalán acuden por primera vez a la celebración de la Constitución y para no ser menos, los presidentes peperos se ausentan. No acuden al acto más principal de toda la liturgia democrática porque en esta España cainita cuando no es por unos es por otros, pero la casa (constucional) la tenemos siempre sin barrer. Un asco (constitucional, que conste).
Porque nuestros bienqueridos líderes políticos han destacado estos días el valor de la Constitución como factor de convivencia, etc, etc., pero en la lectura de su texto de hace unos días, le retiraron en el Parlamento la palabra, y el saludo, a un adolescente que criticaba a los sindicatos.
No tocaba. Aunque en realidad lo que pretendían era adiestrarlo parlamentariamente para que vaya aprendiendo lo que vale un peine, lo que significa la democracia, lo que está permitido y no está permito, a quién se puede criticar en el Parlamento y a quien no. Que hay castas y castas, o sea, que vaya tomando nota y aprenda que hay vacas sagradas que ni se tocan, en la que dicen que es la "casa de todos los españoles". Una casa algo puta, por cierto.
