Antonio F. Marín: Resurrección

4 de abril de 2010

Resurrección



...los tambores y la tamborrada que por la mañana de este domingo suena estridente desde primeras horas convocando a la procesión del Resucitado en la que la vecindad pasea bailongos los santos al compás de la música y del jolgorio que rebulle con la batalla de caramelos que se entabla entre los procesionistas y los vecinos de las aceras y los balcones que se han de tapar las manos con los brazos o guarecerse dentro de las casas para burlar los caramelazos que los túnicos de abajo cargan, acumulan y guardan en el buche de los ropones de la hermandad que casi abomban más que la propia barriga, mientras

la chavalería se regocija y agacha para recoger los caramelos, y el resto del vecindario y los forasteros se pasean por terrazas, calles y plazas prestos a ver la cortesía en la que los santos se juntan en círculo frente a la atiborrada plaza y se saludan con una inclinación que los anderos le dan a los tronos al agacharse los de delante para que la imagen se recline y escenifique así el saludo y el alborozo de todos ellos por la resurrección…

…por una resurrección en la que nadie cree (excepto los niños y los que se hacen niños para creer), y que es una cuestión de fe y de confianza porque como nos advertía Juan Guitón, aunque un notario hubiera estado en la habitación en la que Jesús se apareció a sus discípulos, no hubiera visto nada, no se hubiera enterado de nada porque sólo pueden ver los que creen.

De mi novela Entretiempo (Cieza 2007)

Mobusi