Por su parte, Luc, aunque tan lúcido como era, evitaba hacer su propia crítica sobre el poder que ella había adquirido sobre él, contentándose con experimentar un placer que se negaba a analizar. Matilde había colocado sobre su cabeza el cojín que se les pone a los bueyes antes de uncirlos al yugo. Y él estaba encantado, aunque no lo reconociera.
Texto de la novela "A los pies de Omphalos".
Henri Raynal. Ed. Tusquets