Atrás ha quedado el carnaval y uno se alegra porque cuando era pequeño me disfrazaron de chica y los niños se pasaron los tres días detrás de mi para meterme mano. Eran unos pesados. Sólo pensaban en lo mismo. Y como se me caigan las bragas (falta de experiencia supongo), ellos interpretaban que yo era puta y no paraban de tirarme los tejos regalándome sus juguetes.
Y yo se los aceptaba porque se conoce que me iba eso de ser puta. Y muy puta, a tenor de la parroquia que congregué hasta que logré convencerlos de que yo no era una niña porque apretaba la pasta de dientes por el centro y dejaba la tapa del váter subida. Y por fin pude espantarlos, pero no les devolví los juguetes porque ya nos recuerda Santa Rita que lo que se da, ya no se quita. Listo que es uno/a.
Como el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, que ha encarcelado a los periodistas que lo criticaron. No se puede molestar al poder, según este dictadorzuelo acorazado con chapa y pintura de la presunta
izquierda. Así que si uno fuese ecuatoriano o cubano, estaría encarcelado por escribir columnas como esta. O en el monte pegando tiros y luchando por la libertad. Como un «terrorista». O un revolucionario. O un contra-revolucionario. Me la suda.
Como se la refanfinfla a los empresarios, sindicatos y políticos que han estado viviendo de bóbilis durante estos años. Y todavía siguen, sabe usted, porque las fortunas de la bolsa han recibido este año 300 millones en dividendos, la corrupción ha llegado hasta el palacio real, el gerente del Ente Público del Agua de Valcárcel arrambla con 80.000 euros y la mitad de los dirigentes sindicales cobran un sobresueldo de los consejos de administración.
Dice Rubalcaba que hay una campaña «repugnante» contra los sindicatos, aunque lo repugnante es que el representante de UGT en CajaMurcia, Sebastián Vázquez, haya estado cobrado 432.000 euros. Porque los sindicatos también han echado de sus sedes a más de 500 trabajadores (por ‘ajustes’), y alguno de ellos con arreglo a la nueva ley laboral de Rajoy (alabada por Obama), contra la que ellos se manifiestan.
Los que también protestan son los chicos y abuelos de la «#PrimaveraValenciana» comparándose insolentes con la ‘primavera árabe’ que luchaba contra las dictaduras. Es nauseabundo que los peperos hayan derrochado en aeropuertos sin aviones (Castellón), cuando luego te cortan la luz de los despachos, y los colegios, por falta de pago. Pero esta movida de los primaveras le viene muy bien a Rajoy para plantarse en Europa con unas reformas duras y con protestas. «Es que me están quemando las calles», les dirá para pedir árnica. Así que en vez de mandarles a los manifestantes delegados del Gobierno cabreados con su suegra, debería enviarles bocadillos para que sigan y darle así más credibilidad a sus reformas.
Unas reformas que la haces o te la hacen, porque estamos endeudados y como no pagues no te prestan más, ya seas de derechas, de izquierdas o de la Asociación de Amigos de la Capa. No te escapas. La vida es un carnaval, que dijo no sé quién. Y puede ser. Pero hay que ir quitando caretas. No me gusta que los desconocidos me metan mano.
Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza.