9 de junio de 2012
Porculeros
Felipe González ha pedido un pacto de Estado para atajar la «emergencia económica nacional». Una propuesta algo tardía porque algunos ya lo habíamos sugerido aquí hace tiempo (08.05.2010). Pedíamos un pacto de Estado, pero no un gobierno de ‘concentración nacional’, como quieren otros avispados, para que nos gobiernen los que han perdido las elecciones. Zapatero se opuso al pacto en diciembre de 2009, por «diferencias ideológicas» Ahora sí lo quieren.
Pero, venga, vale. Un pacto sí, pero con quién... ¿Con la mitad de los ayuntamientos catalanes que quieren independizarse? ¿O con los que pitan el himno en la final de Copa? «Es que ellos no se sienten españoles», arguyen algunos. Y a eso no se puede obligar, es cierto. “En el corazón no se manda”, me dijo a mi una novia antes de dejarme por un tío cachas con descapotable.
En el corazón no se manda pero en Educación para la Ciudadanía sí se gobierna, o se debería, porque pitar al representante de todos los españoles (ya sea monarquía o república), no es libertad de expresión, sino una ordinariez; una coz de patán al aire ya se trate del
Rey, Zapatero o la bandera republicana. No es un delito, ni una afrenta, sino la evidencia de que han mamado lo peor de España, se calzan los cojones por montera y se visten con el ademán camorrista que silba y berrea como un ‘poligonero’ que se pasea por la playa con tanga de leopardo, mariconera incluida.
Algunos todavía recordamos cuando vascos y catalanes recogían con servil respeto la ‘copa del generalísimo’ de manos del dictador (9 copas cada equipo); unos trofeos que atesoran en sus vitrinas porque ya tienen experiencia en confraternizar con dictadores pues Primo de Rivera les amplió el «arancel Cambó» de 1922, que les permitía prohibir las importaciones y encarecer sus exportaciones, empobreciendo a las demás regiones.
«Después, con Franco», escribe Ramón Tamames, «el trigo estaba tasado, la implantación de nuevas industrias reguladísima y los productos industriales catalanes y vascos, sin competencia posible de la producción extranjera y en plan monopolístico, se vendían con total libertad de precios. ¿Caben mayores ayudas para su enriquecimiento a costa de las demás?», se pregunta Tamames.
No, pero se lo deben a Franco y a la dictadura. Ahora andamos en una Europa democrática y están prohibidos los aranceles, y el proteccionismo, así que España ya no les renta y quieren pirarse. Pues puente de plata, mozos. Pero mientras no se vayan hay que dejar que rabien y pataleen, como los niños, porque nuestra libertad y nuestra educación ampara que un palurdo pite y rechine, ya sea en el fútbol o en la ópera.
Libertad ¿para qué?, se preguntaba Lenin. Pues para cocinar un Cristo en la tele, al amparo de la libertad de expresión. Pero, ojo, Lenin, porque si cocinas la imagen de un gay vas a la cárcel por homófobo. Y si el ‘cocinado’ es un inmigrante lo pagas por xenófobo. El sujeto es el mensaje, McLuhan. Es lo que hay. Mejor concederles la independencia porque así dejarían de darnos por culo a nosotros y empezarían a dárselo a los líderes de la UE pues ellos, más que nacionalistas, son peseteros. Y porculeros.
Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza.