Antonio F. Marín: Porculeros

9 de junio de 2012

Porculeros


Felipe González ha pedido  un pacto de Estado para atajar la «emergencia económica nacional».  Una propuesta algo tardía porque algunos ya lo habíamos  sugerido aquí hace tiempo (08.05.2010).  Pedíamos un  pacto de Estado, pero no  un gobierno de ‘concentración nacional’, como quieren  otros avispados,    para que nos gobiernen  los que han perdido las elecciones. Zapatero se opuso al pacto   en diciembre de 2009, por «diferencias ideológicas» Ahora sí lo quieren.

Pero,  venga,  vale. Un  pacto sí, pero con quién... ¿Con  la mitad de los ayuntamientos catalanes que quieren independizarse?  ¿O con los que pitan el himno en la final de Copa?  «Es que ellos no se sienten españoles», arguyen algunos. Y a eso no se puede obligar, es cierto. “En el corazón no se manda”, me dijo a mi una novia antes de dejarme por un tío cachas con descapotable.

En el corazón no se manda pero en Educación para la Ciudadanía sí se gobierna, o se debería,  porque  pitar  al representante de todos los españoles (ya sea monarquía o república), no es  libertad de expresión,  sino una  ordinariez;  una coz de patán al aire ya se trate del

Rey, Zapatero o la bandera republicana. No es un delito, ni una afrenta, sino la evidencia de que  han mamado lo peor de España, se calzan los cojones por montera y  se visten con el ademán camorrista que silba y berrea como un  ‘poligonero’ que  se pasea por la playa con tanga de leopardo, mariconera incluida.

Algunos todavía recordamos  cuando vascos y catalanes recogían con servil respeto la ‘copa del generalísimo’ de manos del dictador  (9 copas cada equipo); unos trofeos que atesoran en sus vitrinas porque  ya tienen experiencia en confraternizar con dictadores pues Primo de Rivera les  amplió el «arancel Cambó» de 1922, que les permitía prohibir las importaciones  y encarecer sus exportaciones, empobreciendo a las demás regiones.

«Después, con Franco», escribe Ramón Tamames, «el trigo  estaba tasado, la implantación de nuevas industrias reguladísima y los productos industriales catalanes y vascos, sin competencia posible de la producción extranjera y  en plan monopolístico, se vendían con total libertad de precios. ¿Caben mayores ayudas para su  enriquecimiento   a costa de las demás?», se pregunta Tamames.

No, pero se lo deben a Franco y a la dictadura. Ahora  andamos en una Europa democrática y están prohibidos los aranceles, y el  proteccionismo, así que España ya no les renta y quieren pirarse. Pues puente de plata, mozos. Pero mientras no se vayan   hay que dejar que rabien  y pataleen,  como  los niños,     porque nuestra libertad y nuestra educación ampara que un palurdo pite y rechine, ya sea en el fútbol o en la ópera.

Libertad ¿para qué?, se preguntaba Lenin.  Pues para cocinar un Cristo en la tele,    al amparo de la libertad de expresión.  Pero, ojo, Lenin, porque  si cocinas la imagen de un gay vas a la cárcel por homófobo. Y si el ‘cocinado’ es un inmigrante lo pagas por xenófobo. El sujeto es el mensaje, McLuhan. Es lo que hay. Mejor concederles  la independencia  porque  así dejarían de darnos por culo a nosotros y empezarían a dárselo a los líderes de la UE pues ellos,  más que nacionalistas, son peseteros. Y porculeros.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza.

Mobusi