Antonio F. Marín: Suicidio

19 de enero de 2013

Suicidio

Acabo de terminar de releer el Mito de Sísifo, de Albert Camus, y me quedo con el principio: «No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no la pena que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía».

Otros escritores consideran que no hay que buscarle el sentido a la vida porque la vida no tiene por qué tenerlo, pues buscárselo sólo es una cuestión cultural. Algunos científicos sostienen que si la vida no fuera como ha sido no estaríamos aquí, por lo que no tiene sentido preguntarse por qué estamos (principio Antrópico débil). Pero entonces tampoco tendría sentido preguntarse por qué existe el hambre en el mundo, porque si la vida no fuera como ha sido no existiría... Pero me callo.


Porque con sentido o sin sentido Hemingway se pegó un tiro con una escopeta, cuando ni el whisky lograba emborracharlo. Virginia Wolf llenó los bolsillos de su abrigo con piedras, se lanzó al río Ouse y murió ahogada. Céline estuvo en la cárcel por colaborar con los nazis. Cesare Pavese era un misógino que decía que todas las mujeres eran putas y termino suicidándose. Joyce obligó a su mujer a acostarse con otros para sentir celos y poder narrarlos en el Ulyses. Cervantes anduvo cautivo en Argel, quedó manco en la batalla de Lepanto y murió en la miseria y el olvido. El genial Oscar Wilde fue condenado a dos años de trabajos forzados y tuvo que exiliarse.

La poeta Sylvia Plath se hizo a un lado asfixiándose con gas. El columnista Mariano José de Larra se pegó un tiro por desamor con Dolores Armijo. Emilio Salgari se suicidó abriéndose el vientre con un cuchillo. Stefan Zweig se quitó la vida junto a su mujer Lotte Altmann. Y también se suicidaron la poetisa lésbica Safo, el poeta Lucrecio y el filósofo Séneca.

Otros han intentado autodestruirse con el alcohol y las drogas como el poeta Rimbaud que llevó en París una vida disoluta de vagabundo/ borracho de ajenjo y hachís, y tuvo una relación sadomasoquista con el también poeta Verlaine. (Murió, felizmente, a los 37 años). Los intelectuales y escritores de la «gauche divine» barcelonesa se jactaban de ser «borrachos dipsómanos, rebeldes y malditos, que se autodestruían en público con cierta elegancia rebelde».

Pero el poeta Juan Manuel Roca desaconsejaba con humor la autodestrucción mediante el alcohol: «Es el problema del alcohol; alguien puede suicidarse y al día siguiente no acordarse de nada». Otros han padecido una vida aperreada como Honorato de Balzac que anduvo loco de amor por una condesa que lo rechazaba y que sólo accedió a casarse con él, por lástima, cuando supo que se iba morir. O el maestro de columnistas, González Ruano, del que dicen que le gustaba ver a su mujer follando con otros pues le iba el rollo de ser cornudo consentido (cuckold).

Yo sólo he conseguido en esta vida la gloriosa hazaña de que me prohíban la entrada en tres bares de Cieza (Murcia), cuando puedo escaparme de casa, de Pascuas a Ramos. Sólo eso. No soy nadie. Un fracasado. A este paso jamás podré suicidarme como ellos.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza. 

Mobusi