Antonio F. Marín: Fetichismos

26 de mayo de 2013

Fetichismos

Quentin Tarantino ha reconocido que es fetichista de los pies femeninos. Qué raro y perverso es este chico. Uno es más tradicional y prefiere los sobacos, bien aseados y depilados. Pero allá él. Para gustos hay colores, que dijo un fabricante de pinturas. Por eso tampoco me gusta el celebérrimo gin-tonic pues sabe muy amargo ya que lleva quinina que es una sustancia que se ha utilizado en África contra la malaria. Es agua medicamentosa, con gas, pero si a los Hendrick's currutacos les gusta la mercromina con vinagre, pues oído cocina.

Lo único bueno de la moda del gin-tonic es que trae consigo la rodaja de pepino. Chévere. Aunque las camareras de ahora no atinen a darle gusto al pepino, no lo trabajen y resulte insípido, sin la fuerza característica que tiene que tener este producto cucurbitáceo cuando es usado por unas manos femeninas en las debidas condiciones, con el ritmo preciso y en el lugar adecuado. Y entonces te sabe a gloria bendita. Le da cuerpo al gin-tonic, no sé si me explico, señorita, o le hago un plano de dónde están los aseos.


También le haríamos un plano a Aznar para que no vuelva a salvarnos de nosotros mismos. Sabemos sobrevivir sin ti, o sea, tío, te lo juro por Snoppy; porfaplis te lo pido. Y otro plano a los que berrean trastornados porque la asignatura de religión compute para la nota final. Podríamos salir por peteneras o por las luces bohemias de Valle Inclán cuando don Gay afirma en la novela que «la creación política es ineficaz si falta una conciencia religiosa, con su ética superior a las leyes que escriben los hombres».

«Cierto», responde Max, «porque este pueblo miserable transforma todos los grandes conceptos en un cuento de beatas». Muy atinado. Y por esa precisa razón hay que explicarle bien a los jóvenes los ‘grandes conceptos’, libres de beatas. Pero no. No es posible. Ya decía Foxá que «los españoles están condenados a ir siempre detrás de los curas: o con el cirio o con el garrote».

Pero procuremos ser racionales. La asignatura de religión sigue siendo optativa y sólo computa para la nota final si decides estudiarla. Pero nadie te obliga a hacerlo y puedes elegir otra materia. No tiene pérdida. Lo que no puedes exigir es que no le compute a los que quieren estudiarla. Esto es como querer obligar a los nudistas a que se vistan en su playa. No mola, tío. Cada uno tiene sus fetichismos, sus gin-tonic y sus cosas. «La religión fuera de la escuela», braman los que se creen que la escuela es suya, de su muletada, y quieren prohibir lo que no cuadra con sus fetiches. «Que se enseñe en la sacristías», añaden

Y los nudistas que se desnuden en su casa pero nunca en las playas públicas, podríamos contestarles si fuéramos tan obtusos como ellos. Pero no. Uno defiende que los nudistas puedan encuerarse en playas públicas, tienen derecho a ello, como lo tienen el 80% de los padres a que a sus hijos se les enseñe la religión católica, musulmana, ciudadana o del Betis manque pierda. Se llama libertad. Libertad para ser fetichista de los pies o de los sobacos. Nadie te obliga.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza.

Mobusi