Antonio F. Marín: Luces

5 de octubre de 2013

Luces

No vivimos en el «siglo de las luces», es obvio, pero este año nos han subido cuatro veces la luz y las pensiones sólo lo harán un 0,25%, es decir, muy poco, «la puntica nada más, don Juan, que soy doncella», según la célebre coplilla.

 Tenemos unos políticos ‘zorillas’ con muchas luces porque Murcia es una de las comunidades más lisiada en los presupuestos de Rajoy, pese a que es una de las que más lo vota. La más fiel. Se conoce que el buen hombre no sabe de aquello de «bien nacido y ser agradecido».

Para echarse a llorar si no fuera cosa de niñas, según el espeleólogo macho Alfa, Jesús Calleja, que nos ha avisado de que «llorar implica debilidad». Y no sé. Yo siempre he sido muy llorón y he mamando más que nadie. Y conozco gente muy inteligente que ha llorado sin recato porque aunque este ‘pepito chulopiscinas’ lo ignore, las lágrimas no son sólo el parabrisas de los ojos. Sirven para limpiar y lubricar pero también para expresar emociones de dolor o injusticia y aliviar la tensión.



O para llorar de felicidad aunque sólo sea porque tu equipo ha ganado la Copa de Europa. Cuando estás seguro de ti mismo no tienes miedo a mostrar tus sentimientos. Los inseguros cobardicas los esconden por miedo a parecer débiles.

Llorar sin melindres, sí, como cuando te enteras de que la modelo Kate Moss ha vendido sus imágenes por más de dos millones. Kate Moss es una escuchimizada modelo sin chicha y demás limonás y exuberancias pecaminosas. Un falso tipo de mujer que nos imponen para forrarse vendiendo ropitas y potingues al obligarlas a lucir el yugo de su moda. Y donde esté la mujer normal, incluso rellenita, que se quiten estas tísicas de la pasarela.

También puedes echarte a llorar si eres padre y te enteras de una añagaza de las adolescentes para emborracharse, sin dejar rastro, que ya ha llevado a alguna a urgencias. Las chicas ocupan la mayor parte de las plazas universitarias y parece que, pese a los recortes, han investigado con denuedo (I+D+i) y han llegado a la conclusión de que al mojar un tampón con vodka y meterlo en semejante sitio, se consigue pronto la embriaguez porque el alcohol penetra más rápido en la sangre. Pero la ‘ventaja’ del invento (para eso fue pergeñado), es que no deja mal aliento y sus padres no pueden advertir que han bebido. Una suposición que es falsa, según los expertos, y muy peligrosa. Los hombres somos más sinceros, no nos escondemos y vamos haciendo eses por la calle.

La moda se llama ‘slimming’ y viene de Estados Unidos y Japón como una foma discreta de emborracharte porque puedes estar con una chica que vaya muy guapa por arriba, pero con el coño hecho unos zorros.

La cuestión radica en por qué eligen vodka ya que pueden acercarse a la barra y elegir entre el tampón de gin-tonic, licor café, whisky, etc. No hay límites. Para la estupidez humana y las pocas luces. Para echarse a llorar, aunque no sea de hombres.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza. 

Mobusi