Antonio F. Marín: Polígrafo

8 de diciembre de 2013

Polígrafo

Debbi es una joven británica muy celosa que cada vez que su novio sale o entra de casa lo somete al polígrafo. Y además le lee todos los mensajes del móvil, según el Daily Mail. Una joya. A mí me encandilan las mujeres celosas y posesivas, mucho, pero lo del polígrafo es muy fácil superarlo porque hay cursos por correspondencia de la CIA que te entrenan para engañarlo y lo puedes pasar. Y tan felices, oye, que ya dicen que las reconciliaciones son muy bonitas. Aunque algunas te echen a la calle sin ponerte el polígrafo, que yo no sé adónde vamos a ir a parar. No respetan tus derechos.

Como la derecha cavernícola y reaccionaria que ha alborotado el gallinero de la ‘bienpensancia’ debido a la nueva ley de Seguridad. Dicen que es un ataque a las libertades porque te multan si insultas a la policía que impide asaltar el Congreso. Cuánta razón tienen. Qué mierda de democracia es esta en la que no existe el derecho a insultar a la policía ni a los profesores. Es fascismo puro y duro. Insultar a la policía y a los guardias es un evidente signo de que estamos en un país libre y con una democracia real YA!


No nos pueden coartar el derecho legítimo a insultar a un policía porque atenta contra los derechos humanos que son la piedra angular del Estado de Derecho. Te pasas la vida educando a tu hijo para que aprenda a insultar a la policía y luego te impiden ejercer este derecho fundamental. Qué poca vergüenza tienen. En Cuba insultas a la policía y te felicitan y además te regalan una tostadora. A ver si vamos aprendiendo lo que es democracia real YA!, que parecemos tercermundista.

Que lo somos, porque la nueva ley es inconstitucional y muy peligrosa en muchos supuestos, es cierto, pero en una democracia real lo último que se te ocurre es insultar a la policía. O al lechero que llama a tu puerta a las 5 de la madrugada. O al cabrón que aparca en doble fila. Si la policía se extralimita se le toma el número de placa y se presenta denuncia, pero no se la insulta por la misma razón por la que no se escupe en la calle, ni se ponen los codos en la mesa, ni se insulta al cabrito que aparca en la acera. Se llama a la grúa, pero no se le dice hijo de puta. Aunque lo sea. Que lo es, no te quepa la menor duda. Un pedazo cabrón como el policía que impide que los neonazis asalten el Congreso.

Democracia real, oye, que hubo gente en el franquismo que murió en enfrentamientos con la policía para conseguir el derecho a insultarla. Así que en el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército fascista, hemos alcanzado los últimos objetivos militares: ya podemos insultar a la pasma. Y que ellas te echen de casa sin ponerte el polígrafo cuando te confundes, sin querer, y te pillan en la cama con una que se parece a ella.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza. 

Mobusi