Antonio F. Marín: No hay novela (42)

25 de agosto de 2015

No hay novela (42)

El proyecto ha descarriado y no culmina en novela. Anoche, es decir, hace unos pocas horas, mientras me alejaba del tráfago  de la feria y me sentaba en un tranquilo banco alejado del bullicio,  comprendí y me hicieron comprender, que todo aquello no había forma de llevarlo. "Aún está aquí", sí, pero que no se preocupe que no va a estar nunca más. Tranquilos.  El proyecto no tiene sentido, ni unidad ni razón. Y si algo valoro en la vida es la razón, lo razonable, lo plausible, lo posible.

No puedo perder el tiempo con proyectos inútiles que no conducen a nada.  Pensé dejarlo, dejar de escribir porque supuse que estaba acabado, que no podría escribir más. Pero no. Este proyecto se acaba pero la vida sigue.   Volveré a coger Otro día perdido, que me dejé en sus inicios y seguiré para ver si llega a  novela.  El otro es un proyecto iluso, poco razonable, que requiere un esfuerzo que probablemente no conducirá a nada por si dificultad. A mi edad. Si tuviera 30 años me empeñaría en ello como ya hice con otros, pero ahora no puedo perder otros tres años con una novela que luego tenga que romper. No tengo tiempo. Tengo que ir a lo práctico, a lo posible.  Anoche me di cuenta de que este proyecto sólo conduce a la amargura, frustración y al hastío. Al aburrimiento. Porque me aburrí al leer las notas de los folios. Y escribir es divertirse, ilusionarse y ser feliz.

Cuando ayer leía y corregía algunos borradores y me apercibía de la dificultad del proyecto, que no me atraía como los precedentes,  empecé a bostezar como esos matrimonios que llevan casados muchos años y que cuando se sientan en una terraza miran cada uno para un lado, bostezan y se aburren. O uno de ellos lee el periódico deportivo mientras el otromira a los que pasan. Sin hablarse. No tienen nada que decirse. Nada.  Y sin ilusión no hay trabajo, ni buenas ideas. Quizás dentro de 10 años lo retome, pero esta puerta está cerrada. Abro otra que espero que me ilusione más. La verdad es que cualquier otra cosa me ilusiona más que este.

Lo consultaré con mi hermana con la que me llevo de maravilla desde la muerte de mi madre y a la que se lo cuento  y consulto todo. Pero sé que me va a decir: Nene, tú haz lo que creas conveniente y lo que te haga feliz. Y si este proyecto no me hace feliz, me tortura y no me deja vivir por su dificultad, hay que acabarlo. FIN. Mañana empiezo el proceso para dejar de fumar y pondré en práctica lo que siempre he aconsejado a los demás que hagan, aunque esos consejos no me los aplicara a mí. Ahora sí.


Otro día perdido 

Hay que apagar el fuego y no dejar rescoldos, antes de emprender de nuevo la marcha. Eso se le ha ocurrido  de pronto a Julián  y quizás  por eso rompe su agenda de teléfonos y bloquea todos los números que tienen guardados. Ya nadie podrá llamarlo. Nadie conocido. Y se siente feliz, liberado.
Y escribe en su diario:
Atrás queda todo, archivado, como esas hojas muertas que se meten en los libros porque sí y cuando los abres, años después, ni tan siquiera recuerdas de dónde proceden. Ni te importa.
La felicidad es sólo un recuerdo; el mejor recuerdo que tenemos de nuestra vida, se dice mientras le prende fuego a cartas, fotos, recortes, escritos y demás calderilla.  A veces nos pasamos la vida soñando con imposibles y no miramos a la silla de al lado. Nos obcecamos con una idea, queremos conseguirla sin apreciar que es inútil y que nos hará sufrir. Y no miramos al lado, donde quizás este la felicidad, que no vemos, porque estamos empecinados por esa utopía que es inalcanzable  y que nos impide ver donde está lo posible, lo razonable.
Mañana presento la solicitud de divorcio y empiezo otra nueva vida, ya liberado. Ese amor está perdido y ella no se merece que luche por conquistarla porque no merece la pena, ni tanto esfuerzo. Que sea feliz y ojalá lo consiga. Pero con otro. FIN.

A Julián ya no le importa el pasado, está derrotado  por cansancio, por hastío, por aburrimiento; por un amor con monólogos en el desierto  que nadie oye. Y decide preocuparse sólo  por el presente más inmediato; por el prólogo del futuro dejando atrás los epitafios.


Este es el inicio de Otro día perdido que sí tienes visos e indicios de ser posible. Realista. La otra novela, el proyecto, era demasiado experimental y voy a ceñirme a lo clásico, a la novela de toda la vida porque a mi edad no puedo arriesgarme con ensayos. Los experimentos ya los hice con  Entretiempo pues fue todo novedoso y arriesgado. Un ejercicio técnico que me llevó años. Pero era joven y podía. Ahora no puedo perder ni un segundo en imposibles. No merece la pena luchar por utopías inalcanzables que no te corresponden  y que no conducen a nada excepto al dolor y la frustración.

Y de pronto me he liberado, me he sentido mejor, como si me hubiera quitado una pesada carga de encima y pudiera ya volar. He soltado peso de mis alas y me siento tranquilo, sosegado... No soy completamente feliz, porque he fracasado, pero al menos he conseguido la serenidad. Nunca digas nunca jamas; nunca digas de ese agua no beberé porque luego surge alguien o algo, que te lleva de nuevo a ilusionarte por la vida y el trabajo.

Nunca digas está va a ser la última o mi último,  porque a la vuelta de la esquina puedes encontrar lo que de verdad buscas y que no ves porque estás obcecado con lo otro, con lo imposible. Me recuerda esos prójimos ilusos que dicen esta mujer  ha sido la primera y va a ser la última.

Y se cierran al amor cuando a su lado quizás esté  la mujer que de verdad lo va a hacer feliz y que no ven porque están empecinados con otra. Yo lo he dicho muchas veces. Ahora comprendo que decir eso es temerario y perjudicial porque te impide levantar o girar la cabeza y ver que a tu lado hay alguien que de verdad te ama. Y te puede hacer feliz. Y pensar que a la otra le iba a enviar un ramo de flores...; que he estado ahorrando para que se lo lleven a su casa junto a una poesía...

Seguiré con el diario, pero como un laboratorio de experimentos para la novela que sí tengo claro cuál es su punto de vista y ya tiene casi listo el encofrado, como yo le llamo. Son las 06.57 y por la calle circulan más coches de lo que es habitual. No sé a qué se debe. Voy a asomarme a mi serviola y ver qué ocurre.

Y no ocurre nada, pero circulan más coches. Aunque cuando me he asomado a mi serviola he visto que la traca del lunes 31, la del fin de fiestas, pasa muy cerca de mi ventana. Otros años me he subido al 'terrao', a la terraza y la he visto desde arriba, pero este año la veré de frente  desde mi serviola para dejar que se llene mi estudio de humo y de olor a pólvora. Me gusta ese olor   pirotécnico, quizás porque te trae recuerdos de cuando eras niño y te entusiasmaba todo lo nuevo.

Ahora ya no me entusiasma nada, ni tan siquiera esforzarme con esa novela imposible cuando a mi siempre me han gustado los retos. Será que ya estoy muy viejo y que lo que me dije en Viernes Santo de hace tres años tenía que haberlo cumplido porque sabía lo que iba pasar, mi intuición femenina me lo decía, pero no le hice caso y me dejé arrastrar por el torbellino de la pasión quinceañera.

Ahora comprendo que fue un error. Y que quizás esa obsesión enfermiza me ha impedido conocer a otras personas que han podido hacerme feliz. Han sido tres años inútiles, que no han conducido a nada, excepto al dolor, desprecio y humillación. Se acabó. Me apetece seguir con Otro día perdido, y con el artículo semanal  de El Mirador porque me permite matar el gusanillo.  Por mi serviola entran ahora las voces de una señora que vive en la cuesta de la Hontana y que habla tan fuerte que me aturde. Todavía es de noche y no se da cuenta de ello. Habla con otro, pero es ella la que levanta la voz.

Son las 07.12 y ahora se suma a la tertulia un hombre que charla con los barrenderos, de los de a pie, y les explica que  "Cieza es un pueblo muy marrano". Y se enzarza en una discusión sobre si hay muchas o pocas papeleras. Y se acerca otro y une a la tertulia. Claro, ahora lo comprendo por lo que comentan, dicen que abre a las nueve y caigo en que hoy es 25 y es día de cobro de las pensiones. Están esperan a que abra el Sabadell. Y viene otro. Va a haber cola. Y son las 07.22, según mi ordenador.

Y empieza a amanecer. La pena es que no lo puedo ver porque me tapa la mole de ese adefesio de edificio que construyen enfrente y al que se apuntaron todos aquellos con posibles que querían vivir en el Paseo y pensaban que eso les supondría un prestigio social. Ilusos. Yo he nacido en esta casa o cerca de aquí y es como cualquier paseo de cualquier ciudad.

Pero para apreciarlo tienes que haber viajado. Es raro: ha amanecido y los pájaros todavía no cantan.  Sólo oigo a uno que parece que ha madrugado.  Yo me voy a la cama porque esta noche no he dormido. He dado vueltas y vueltas sin poder entregarme al sueño. Ahora si lo tengo. Voy a dormir aunque sólo sean un par de horas y luego iré a comprar el periódico y a tomar el preceptivo café, suponiendo que no me quede dormido porque a las 11.38 tengo cita en el Centro de Salud por lo de las medicinas. Pero no pongo el despertador. Me despierto como en las guardias de la Marina, por instinto. Esta tarde habrá siesta profunda. Me siento bien. Me he desahogado y quitado un peso de encima. Buenas noches a todos. 


Cieza, Otro día perdido (Diario de un serviola)

Mobusi