Estoy insomne. No puedo dormir. Pasan las horas una detrás de otra como si nada; como el que no quiere la cosa. De hora en hora. Ahora son las 06.25 y me he levantado para escribir. Afuera hace un poco de fresquito, pero el día volverá a ser caluroso, como ayer. Tengo que cerrar la ventana. El café no me espabila.
Un coche blanco lleva parado algún tiempo al otro lado del Paseo. Al ralentí. Es raro, pero lo mismo está esperado a que sus colegas asalten el banco. No sé. No sí bajar a preguntarle si necesitan algo. Uno que es muy servicial y educado, mientras un señor gato se pasea por la parte de mi casa con la parsimonia del que no tiene prisa, de que haga lo que haga va a seguir siendo gato. A nosotros, sin embargo, hagamos lo que hagamos nos
cuesta ser humanos. Y elegir. Ya sólo quedan dos chicas para ser las protagonistas de la novela. La del lunar y la ojitos. Otro día hablaremos de ellas.
![]() |
La ojitos es mala |
![]() |
La del lunar es la buena |
A veces no hay que elegir y sólo actuar como creemos que es correcto. Ver la ejemplaridad del toro de la Vega alanceado ayer entre vítores y aplausos. Cuando una sociedad martiriza a un animal como parte de la fiesta, del jolgorio, es que esa sociedad está enferma. Y entonces no nos extraña que las niñas aborten y los fetos vayan a la trituradora porque desconocen la educación y que en la farmacia venden la píldora del día después sin receta. Qué más da. Abortamos pues es un derecho cortar la vida, detenerla, interrumpirla. Ni Dios se atreve a tanto, pero nosotros somos dioses de nosotros mismo porque hemos renegado de Dios a nuestra imagen y semejanza.

Acaba de llegar el camarero del bar de enfrente. Se ha adelantado 15 minutos. Lo conozco. Es un tipo amable y educado que me trata de maravilla. Son las 06.45 y sereno, que diría el otro.
Hace 20 o 30 años, decía, se desconocían los anticonceptivos no estaban normalizados en la sociedad, como ahora, y pese a ello conozco a chicas que decidieron seguir adelante con el embarazo, se casaron sin estar enamoradas y tuvieron un niño que ahora adoran. Tiene mérito y son dignas de alabanza. Porque entonces sí tenía mérito.
No abortaron y siguieron adelante con el niño que ahora es un orgullo para ellas. Estas mujeres son dignas de admiración pues no se rindieron a lo fácil y tuvieron que luchar para sacar a su hijo adelante sin la ayuda del padre. Y eran otros tiempos, insisto, en los que no se había avanzado en la educación sexual y los anticonceptivos eran una cosa muy rara.

El marido traía a la mujer a casa y se quedaba abajo en el bar mientras ella le contaba por teléfono lo que hacía. O se quedaba mirando mientras lo hacíamos. O cosas más fuertes que no cuento, pero en las que entra la sumisión D/s. Pero lo normal es que ella les contara luego lo que habíamos hecho mientras los masturbaba. Y eran matrimonios felices con hijos y más estables que otros muchos.
Cómo es posible que yo acepte esto si soy hombre de iglesia (aunque no meapilas), pues porque cuando se hace por amor y no se hace daño a nadie todo está permitido (san Agustín). Si los dos son felices, disfrutaban y no le hacen daño a nadie, no seré yo el que los juzgue. Todo lo contrario. Y cuento esto porque es un diario, una novela autobiográfica y esto ha ocurrido en mi vida. Y así lo cuento. Y he hecho cosas peores que dejo para mis memorias si algún día las escribo.
Por cierto, que se me ha perdido el móvil. Ya lo he solucionado: me he comprado otro. Un sony Xperia M4 Aqua. Y al carajo. No pienso estar ni un segundo lamentándome y lamiéndome las heridas. El rey ha muerto pues viva el rey puesto. Espero que en este me quepan los dedos, porque en el anterior no podía escribir ni una palabra.
No tengo columna. La tengo que enviar esta tarde pero está escrita en papeles y servilletas. Al final todo son prisas y querré bordarla, como siempre, pero no llegaré a tiempo.

Ahora que antes he sido diablo y no cojuelo precisamente. Pero lo bueno que tenemos los solteros es que valoramos más el matrimonio y no lo tiramos a la basura por cualquier menudencia.
Eso lo tengo claro. Los jóvenes se divorcian como el que va a Las vegas y como una opción más del fin de semana. Los solteros mayores tenemos claro que la pareja es un valor y que el matrimonio hay que cuidarlo todos los días y no sólo en los aniversarios. Pero cambio y corto. Hoy no estoy fino. No sé qué podré sacar de todo esto, pero supongo que poco. Lo que ocurre es que hay que ponerse a trabajar, a escribir, aunque no tengas ganas porque un día descubres una mina. Buenas noches y buena suerte.
Cieza, La muerte pisa mi sombra (Diario de un serviola) 16 de septiembre de 2015