Ellas, claro, pero no lo políticos que reclaman libertad de expresión para unos zambombos que han hecho apología del terrorismo (con los años que nos ha costado erradicarla tras 800 muertos), sin percatarse de que si haces un chiste sobre las mujeres violadas o maltratadas ya no es una sátira ni broma, ni libertad de expresión, sino terrorismo machista.
Pero según Marc Carrillo, catedrático de Derecho Constitucional, más o menos, el 'animus iocandi' (el ánimo de injuriar) es consustancial a la sátira y por tanto tiene que ser "no solo divertido, sino también punzante o, incluso, hiriente". Quiere decirse que hay permiso de la autoridad para satirizar y herir a una mujer violada o maltratada. Lo que nos vamos a reír, verdad usted, con el 'animus iocandi' de los cojones, digo, de la sátira. Aunque a estos caricatos no habría que meterlos en la cárcel, es excesivo, sino darles una azada y ponerlos a arreglar
caminos rurales.
El dicho popular nos advierte de que conviene ceder el paso a los toros y a los tontos. Por eso cedemos el paso al catedrático, con 'animus iocandi´, mucho, y también a Rajoy por haber blindado a Rita Barberá en el Senado.
Y volvemos al Gobierno, que lo habrá PSOE-Podemos-IU, como lo hubo en Cieza y se podía auspiciar por las cabañuelas, ya que la pequeñaburguesía es la que manda pues sostuvo al dictador para que se muriera en la cama, porque los protegía, y ahora se encara revoltosa contra los que no le garantizan la seguridad de sus pluses.

Cuando eres joven o poeta, sueñas con la perfección como Ramón de Campoamor, pobrecico, que estaba convencido de que "ser esclavo de quien se ama es tener por prisión el paraíso", o sea, que para gustos los del 'sexo vainilla'. Es bonito lo que dice, pero a cierta edad ya no buscas esa deliciosa esclavitud del amor, sino una compañera de piso. Y si es limpia mejor aún.
Nos lo recordaba el burlón de Jerome K. Jerome: "Me encanta el trabajo. Podría estar sentado horas y horas mirando cómo otros trabajan". Y tiene razón. Pone mucho ver trabajar. Sobre todo si ella está encima y ves cómo se balancean.
O si se niega a conciliar trabajo y familia y pone las manos debajo de la nuca, en plan 'cúrratelo nene', porque entonces puedes refocilarte con sus sobacos mientras ella te avisa de que hay un desconchado en el techo. O se imagina que está con un 'negro mandingo', que es lo más probable. Por eso a mí me gusta la habitación llena de espejos para verla trabajar, mientras ella mira al techo o busca al mandingo, y oyes que te dice que "la tienes a su medida".
Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza.