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Admirar de puntillas |

un tanto gilipollas.
Estas niñatas son de aquellas que se tocan el chocho y al descubrir la pepitilla lo confunden con un granito. Y van corriendo a buscar a su madre porque mamá, mamá: «Somos putas, señoritas, bolleras, pescaderas... Seguimos siendo las brujas que no pudisteis quemar. Somos y seguiremos siendo libres».
Eso decírselo a vuestra madres, queridas, que bastante tienen encima pues estáis presas de vuestro fanastismo sectario y con vosotras solo se puede follar de forma unívoca, sin matices ni interpretaciones, es decir, por el chocho que a cuatro patas es indigno y una no hace esas cosas.
Porque es cierto que sois putas, bolleras, pescaderas..., pero nunca señoritas porque una señorita que sea puta es más discreta. Una puta tiene más elegancia y categoría que vosotras, dónde va a parar. Un respeto, por favor, que aquí no todas pueden ser una señoras putas y la ordinariez hortera no sirve en el rigor del ejercicio profesional. Le habéis chupado la polla o el chocho a un camarado o camarada y os habéis creído Catalina II. Amos anda. Siento el lenguaje soez pero es que a unas señoritas putas no se le puede hablar de otra forma pues no lo entenderíais.
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Ay, las morenzas italianas |
Qué pena que ya no existan brujas aunque no serían para quemar pues esas talcualillas rabaneras no lo son ni lo serán, y eso de quemar brujas ya aburre pues no hay brujas, de las buenas, y vosotras sois brujas con su camisita y su canesú.
Unas Belén Esteban de la cosa política que al igual que el perullo de Pablito Bananas no tenéis ni idea de qué va la película. Os han contado batallitas del abuelo y os creéis chachis pirulis pero no cuela porque cómo vais a ser señoritas si no dais la talla, si no se os puede admirar ni de puntillas. Seríais incluso unas petardas en el matriarcado o la ginarquía.
Ya no se queman brujas porque no existen y un servidor, para servir a Dios y a vosotras, sólo ha conocido una bruja que te echaba filtros de amor, néctares y ambrosías en la manzanilla y te volvía loco, te atrapaba para siempre en su cárcel y tú mismo tirabas la llave porque no querías salir, mientras le suplicabas que no te dejara la puerta abierta porque querías seguir siendo su prisionero de por vida. Esclavo militante suplicando que te encadene más a ella pues no quieres volver a ser libre, nunca más. Jamás.
No he vuelto a saber de ella, pero ella sí que era bruja. Y de las buenas, es decir, de las perversas. Una señora bruja que te drogaba y te volvía loco para llevarte a la perdición y encontrarte en ella; para perderte en ella y no querer saber nada más del mundo porque a su lado lo tienes todo, no te falta nada y eres feliz con solo saber que existe.

No calles, te lo suplico;
nunca calles con tu fusta
y dibuja en el aire la estela de tus caprichos,
sin miedo,
pues me pierdo cuando callas,
cuando no me tatúas tus antojos en el aire
o en mi piel,
con el estricto pincel de tu fusta.
Archivo de hojas muertas
Antonio F. Marín (2012-2013)
Buenas noches y buena suerte.