Antonio F. Marín: Estatuas humanas

23 de mayo de 2005

Estatuas humanas

Un tipo ha colocado en una sala del Museo Británico una pieza arqueológica falsa en la que aparece un cavernícola con un carrito de la compra, que los expertos parecen que han dado como buena. Ha dado el pego. Y no es la primera vez que lo hace. A mí no me extraña. Tiene su mérito, pero no tanto, porque yo también me he colado en los museos sin tanta repercusión social y mediática. Aunque mi añagaza era para no pagar la entrada. Una vez me colé en uno de ellos haciéndome pasar por estatua pero me pillaron. La experta decía que yo iba de estatua griega cuando la sala en la que estaba colocado era de escultura etrusca. No encajas, desentonas, ¿te crees muy listo?, me dijo la tipa que además de haber estudiado Bellas Artes parece que también había aprobado Derecho pues no paraba de mencionarme artículos y más artículos. Es ilegítimo, decía la lista, porque si tú eres una estatua griega y estás en la sala de las esculturas etruscas, resulta que es un fraude de ley que está castigado con los
artículos preceptivos del código penal, tal y cual. Pues vale. Así que me fui a la sala de estatuas griegas, pero resulta que allí había un tipo que decía que él estaba allí antes que yo y que no había nada que hacer. Es que me han echado de las estatuas etruscas, le dijo yo. Pues mira a ver si hay hueco en las esculturas carolingias que últimamente no hay demanda. Pues no, le repliqué yo muy chuscarrado, porque las estatuas carolingias me caen mal y además ya estoy harto, así que a partir de ahora me voy a hacer pasar por Dama de Elche que mola más. Y entonces me puse de Dama de Elche, con los moños y todo, pero resulta que apareció la lista, que se conoce que era abogada, y me dijo que no, que un tío no podía hacer de Dama de Elche pues ocupada una plaza de mujer cuando era hombre y eso era discriminatorio, según los artículos tal y cual, que me repitió de carrerilla pues ya se ha dicho que la chica era muy lista, aunque yo me malicio que tenía una chuleta en el cerebro de la que copiaba. Así que desistí, sabe usted, porque llegue a la conclusión de que no me convenía tratar con ella, pues ya me tiene dicho mi madre que no me junte con abogados porque cada vez que hablas con ellos te cobran.

Mobusi