Antonio F. Marín: Meter mano en el Metro

13 de mayo de 2005

Meter mano en el Metro

En Japón han prohibido a los hombres entrar en los vagones de las mujeres para evitar que les toquen el culo. Que no las soben, porque los muy cerdos se aprovechaban de las apreturas para meterles mano y tocarles el culo y ellas, hartas, han solicitado que les pongas vagones para ellas solas con el fin de evitar los manoseos. Tienen razón. Los hay muy pesados y deben de ser solteros porque luego te casas con ellas y si no les metes mano también se quejan. Ya no te gusto, te dicen enfurruñadas. Siempre se quejan: si les metes mano, porque lo haces y si no les metes mano porque no lo haces. Ellas podrán argüir que sólo les meten mano los que ellas quieren y cuando ellas quieren. Vale, encima con exigencias. Sólo les falta poner un horario y pedir un certificado. Son muy caprichosas. Por eso yo no les he metido nunca mano a las mujeres en el metro. Ni en el tren, ni el autobús, ni en el avión. Una vez le metí mano a una chica en el portal de su casa, pero era la novia y eso no cuenta. Era como muy oficial y solo faltaba el padre para darme una metopa. Una vez lo hice extraoficialmente en el tren de la bruja y salió mal porque había un tipo con una careta, un fascista, que al vernos nos daba escobazos, que se conoce que era uno de esos que le molestan que los demás disfruten. O que tenía envidia. Pero lo puse bonito con toda clase de adjetivos calificativos e improperios, porque uno es que es muy bien hablado y se expresa muy bien con un lenguaje muy rico, sabe usted, pues desde muy pequeño he tenido una buena escuela que me ha ayudado mucho pues se me ha impartido muy doctas lecciones de lenguaje en las que se me ha dicho de todo: Desde hijo de puta a cabrón, pasando por que se iban a cagar en mis muertos como siguiera jugando con la manguera de agua. En fin.

Mobusi