Antonio F. Marín: La chica misteriosa

21 de junio de 2005

La chica misteriosa

Algunos sábados me cruzo por Cieza con una chica preciosa de la que no sé absolutamente nada. Bueno, sé que es bajita, morena, con un preciso lunar en la mejilla y que viste informal, pero elegante, con una falda estilo pareo (o de gasa), y una sandalias. Y como es natural me he enamorado de ella. Lo siento Pura Salceda y Cecila López, pero me habéis abandonado, estoy falto de cariño, y además soy muy enamoradizo e inmaduro, me lo tienen dicho todos mis exnovias, todos mis exjefes y todos los directores de mi Banco. Pero la primera vez que la vi a ella, decía, llevaba una bandeja de dulces en la mano y la dejé pasar porque la acera era muy estrella. Gracias, me dijo ella con una esplendente sonrisa. La segunda vez fue el sábado pasado en medio del Paseo y creo que me sonrío, pero no estoy seguro, porque como soy tímido rehuí su mirada (esto de la timidez no es una pose, sino una enfermedad y no tiene ninguna gracia). Luego la vi entrar en una tienda de juguetes y sospeché que estaba casada y que los juguetes eran para sus hijos. Pero también podrían ser para sus sobrinos... En fin, no sé,
porque una persona normal la pararía y le preguntaría cualquier fruslería, pero yo no puedo porque pienso que probablemente esté casada, o tenga novio y a mí me pone malo inmiscuirme en la vida de los demás. No soporto a los entrometidos. Ni a los ligones. Antes, cuando todavía era joven y valía para esto, usaba un método muy bueno de mi propia cosecha que consistía en pararla y preguntarle si se llamaba cualquier nombre, pongamos que Lucia o Pilar. ¿Eres Lucía? No, que va. Ay, pues lo siento, es que te pareces mucho a una amiga de mi hermana que era guapísima (obsérvese que el método aprovecha el momento de conocerla para piropearla). Lo previsto en el método es que ella se sienta halagada, te diga que no se llama Lucía, pero que se llama Pilar, por ejemplo. Vaya, pues encantado de conocerte; yo me llamo Antonio y te he visto varias veces pero no me atrevía a decirte nada por si creías que era un ligón. Y entonces ella te dice que no cree que lo seas y quedas con ella para tomar un café, o le pides el teléfono y colorín colorado, este cuento se ha acabado, comieron perdices y demás protocolos de reglamento. Eso es lo previsto en la normalidad del método, se supone que con un tío normal, porque a un servidor le solía ocurrir que tras preguntarles si se llamaban Lucía y si habían sido amigas de mi hermana, siempre me contestaban lo mismo: No, no soy Lucía, pero me espera ahí mismo mi marido. O no, no soy Lucía pero me espera ahí mi novio que es yudoca. O no, no soy Lucía, pero tengo la regla, me llegó a decir una con una evidente capacidad de síntesis. Así es que en esas dudas existenciales estoy. Ella creo que debe de vivir por el barrio antiguo porque siempre viene de allí o va hacia allí. El próximo sábado voy a pasearme por el mismo lugar por el que me la he encontrado hasta ahora para ver si la veo y la sigo para saber dónde vive y enterarme de si esta casada o con novio. Porque es preciosa y parece muy dulce. Y paradójicamente no vive en Nueva York, París o Madrid, si no a tres manzanas de aquella esquina. Pero... ¿y si la sigo, me ve y se cree que soy un ligón? Dudas, en fin. No sé qué hacer, pero si alguno conoce a una chica bajita, morena, preciosa y dulce, que lleva faldas tipo pareo y que luce un lunar en la mejilla que me dé las señas, por favor. Se recompensará.

Mobusi