La ONU ha respaldado el proyecto de Alianza de Civilizaciones propuesto en su día por el presidente del Gobierno español, José Luís Rodríguez Zapatero, que pretende amparar a todas las culturas y religiones para evitar enfrentamientos. Un patrocinio que espero que sea más afectivo que el que la ONU le dio a los 8.000 bosnios de Sebrenica asesinados por los Serbios en julio de 1995, según ha reconocido la propia ONU con motivo del 10º aniversario de la matanza, pues no logró proteger de la masacre a la población que estaba bajo su tutela al permitir que los soldados serbios detuvieran a los musulmanes bosnios, se los llevaran y los asesinaran delante de sus narices. Esperemos que ahora tengan más suerte. La Alianza de Civilizaciones de Jimmy Zapatero Carter lo apoyan 20 de los 191 países que integran la ONU (ya faltan menos) entre los que se encuentra Jordania, Egipto, Túnez, Turquía, México, Costa Rica, Irán,
Malasia, Tailandia, Indonesia o Tanzania. Y creo que también las Islas Feroe. A mí es que eso de la Alianza de Civilizaciones me suena mucho a la "Hispanidad"; aquella alianza entre los pueblos iberoamericanos que se plasmaba en el programa 300 Millones que se retransmitía por televisión a todos los países de "habla hispana" en tiempos de Franco. Pero para que esa Alianza fructifique falta saber cómo se armonizan los valores de la Ilustración con la ablación cultural del clítoris y el apedreamiento de las adúlteras, porque nos parece que es sumar peras con manzanas. Difícil, pero todo es proponérselo si cuentas con una sonrisa de chica ONCE. Suerte, vista y al toro, que se decía antes. Aunque en realidad lo que parece que pretende la ONU, y Rodríguez Zapatero, no es una Alianza de Civilizaciones sino un "hermanamiento de pueblos", una cosa así como "hermanar" a un pueblo con otro que es un invento que se ha hecho toda la vida porque que yo recuerde Cieza (su pueblo y el mió), está hermanado con otro pueblo de Marruecos que ahora no recuerdo cuál es (al alcalde socialista, Marín Escribano, que fue un buen alcalde, lo sabrá). Porque aquel "hermanamiento" sirvió para que vinieran los marroquíes de allí, se dijeran floridos discursos, se tomaran vinos, tápenas, olivas y pinchitos de tortilla, y se intercambiaran placas que ahora yacen oxidadas en algún remoto almacén municipal. Una "alianza" o "hermanamiento" que nos lleva a creer que fue, efectivamente, muy bueno: nadie se acuerda de él.