Antonio F. Marín: Fetichismo ortodoxo

20 de agosto de 2005

Fetichismo ortodoxo

Una amable lectora me ha enviado el link de la página web “Fragancias íntimas” en la que unas chicas venden sus braguitas usadas por si me interesa, según dice, dada mi condición de fetichista. Y se lo agradezco, pero no es lo mío, gracias, porque una cosa es adorar las braguitas de tu chica, de la niña de la que estás enamorado, y otra hacérselo con las bragas de una desconocida pues eso tiene otra consideración. Una cosa son las braguitas de tu chica que se ha puesto recién duchada y que ha mojado después de haberse corrido en ellas por el placer que tú, y sólo tú, le has proporcionado, y otra cuestión son los efluvios de una desconocida. Lo otro, lo de oler bragas de extrañas, tiene otro nombre que no tiene nada que ver con perversión (porque no lo es), pero que para mí linda mucho con lo cochino. Si no hay amor... es otra cosa. Y por eso un servidor no
podrá ser jamás fetichista de una mujer a la que no ame y, por ejemplo, las prendas íntimas de Marilyn Monroe, tan solicitadas y subastadas por otra parte, me la refanfinfla. Y mucho. Yo las usaría como trapos de limpieza, sin ningún remordimiento, pese a que otros paguen muchos millones por tener su corpiño, su peine, su portaligas o sus bragas. Y pese a ser la protagonista de la escena más genuinamente ‘upskirt’ del cine en aquella imagen de “La tentación vive arriba” con el aire que salía de la rejilla del metro y le volaba la amplia falda. Seamos pues serios y fetichistas puros del tendido 7 sin desviaciones, escisiones o/u heterodoxias. Uno es fetichista ortodoxo, ya digo, un purista de la fiesta. Con amor todo está permitido; sin amor somos animales rutinarios.

Mobusi