Antonio F. Marín: Las ninfómanas y yo

15 de noviembre de 2005

Las ninfómanas y yo

He recibido un correo de un tipo que después de leer mis comentarios y ver las fotos que publico me acusa de ser un reprimido. “Eres un reprimido”, me reprocha el fulano. Sí, ¿y qué? Yo conozco a uno que es del Betis. Y a otro que colecciona vitolas de puros. Y los hay más raros aún que podan bonsáis. Y además tengo entendido que la Constitución me ampara porque nadie puede ser discriminado por ser reprimido, cuando por añadidura uno se ha hecho reprimido en defensa propia porque siempre he tenido muy mala suerte en la vida ya que de mí siempre se han enamorado todas las ninfómanas. No sé porque será, quizás porque tengo cara de pajillero, pero les gusto a rabiar a las ninfómanas y todas ellas me persiguen sin recato. Y resulta que a mí no me gustan nada las ninfómanas porque son todas unas pesadas que están todo el día dale que te pego con eso de querer follar. Basta que tú no quieres follar para que el destino te castigue y te ponga en manos de mujeres ninfomaníacas. Porque es tal la atracción que uno ejerce sobre ellas que a veces he tenido que huir por las calles e incluso una vez tuve que refugiarme en una obra para despistarlas. ¿Qué haces aquí?, me espetaron los albañiles y
encofradores. Voy huyendo porque me persiguen las ninfómanas, les dije yo asustado. Pero ellos no se lo creían o se conoce que no sabían que las ninfómanas existen y que persiguen a los tipos como yo, porque se echaron a reír a carcajadas y uno de ellos, el encargado de la obra, por poco se muere de risa y todo.

Ya, vosotros reíros, pero no sabéis lo sufrido que es que te persigan las ninfómanas por las calles, les aclaré yo tratando de ahondar en su corazoncito. Nada. No lo comprendieron porque los muy malajes siguieron riéndose de mi peliaguda situación, por lo que huí de la obra y corrí por las calles para escapar de la ninfómanas porque aunque yo soy un tipo muy tolerante, que comprende la diversidad y la España plural, no puedo atender a todos los caprichos porque no es posible. Yo es que cuando me doy con una ninfomanía me paro a hablar con ellas, les arguyo, les argumento y les digo lo que tienen que hacer, porque yo os comprendo, les razono, pero no puedo ayudaros porque a mí eso de follar por follar no me va. Lo mío es el romanticismo, la sensibilidad, lo de tener novia formal y entrar en la casa de sus padres para hablar con ellos y meterle mano a su hija bajo la mesa en la comida del domingo. Es decir, lo normal. Soy un clásico. Pero no me comprenden y tengo que huir de ellas, como en aquella ocasión, decía, en la que tras salir de la obra corrí por las calles y llegué a un campo de fútbol donde pedí refugio entre las peñas futboleras. Es que me persiguen las ninfómanas, les dije yo a aquellos tipos tan aguerridos. Pero los tíos comenzaron a reírse y todo, los muy descarados, porque se conoce que no sabían lo pesadas que son las ninfómanas, ni conocían eso de la solidaridad, de acoger al perseguido y de ayudar al prójimo para ponerse en su lugar y tener empatía con los demás. Es que nosotros no admitimos a refugiados de las ninfómanas, me aclaró uno de ellos, y eso a lo mejor te lo tramitan en el ministerio de Asuntos Exteriores. Pues sí, la verdad es que tenían razón, por lo que me dirigí al ministerio de Asuntos Exteriores para tramitar el asilo político como perseguido por las ninfómanas, pero esa es otra historia que contaré algún día porque me da vergüenza. Es que soy muy tímido.

Mobusi