Hasta que una mujer no conoce una docena de hombres no tiene claro qué cualidades son las que más aprecia, según un estudio psicológico de la Universidad Humboldt de Berlín. Pero cuando llega el 13º no tendrá duda. Sabrá que él es el mejor y con él llegará la ansiada felicidad, según explican en el estudio. Así que ahora comprendo por qué yo ligo tan poco. Siempre soy el 12º y llego antes de tiempo. Tiene que ser eso, porque no tengo paciencia para esperar y preguntarles a ellas: Oye, qué número ocupo yo entre los hombres que han pasado por tu vida. Porque ellas me dirán que a mí qué me importa o si soy tonto y todo eso. Así que cuando una chica me gusta procuro enterarme por sus amigas de cuántos novios van y espero a que pasean primero doce y luego les entró. Lo que pasa es que algunas se
casan con el quinto, por ejemplo, y te joden porque estar esperando siete divorcios es muy peliagudo. Hay que tener mucha paciencia. Y también puede ocurrir que cuando acaban de romper con el novio número 12 y tú estás ya frotándote las manos porque te toca, ellas se metan a monjas. Una crueldad, pero ya me ha ocurrido con varias chicas que, sólo al verme, al ver que me toca, se enclaustran. No sé, pero a lo peor es porque suelo hablar con su culo más que con ellas, pues cuando me encuentro con un culo hermoso me prendo de él y entablo con él una amistad y una complicidad que no consigo con su dueña. Y les hablo y todo porque ellos a mí me cuentan cosas, muchísimas cosas, aunque ellas no lo comprendan y sientan celos de su propio culo, que ya hay que ser retorcida para tener celos de sí mismas, o sea, cosas de ellas, ya digo, que son raras. Muy raras, pues las hay incluso que al conocerme pasan directamente del 12 al 14. Oye, que yo soy el 13 y me toca, les suelo decir. Ya, pero es que prefiero saltar, me contestan ellas. Y saltan la vez y se van con el catorce. Son malas. Y hacen trampas. No sé si recurrir al Constitucional porque esto a mí estos saltos antirreglamentarios me crean inseguridad jurídica.