Antonio F. Marín: Los serenos son muy necesarios

4 de octubre de 2006

Los serenos son muy necesarios

El tipo que invadió Irak para cazar terroristas a cañonazos, o sea, Tony Blair, ha venido a España a darnos lecciones de como negociar con terroristas. Así que uno se preocupa por otras noticias de más enjundia y vuelillo pues he leído que vuelven a Murcia los serenos. Y me parece bien. Yo siempre he querido ser sereno para pasear por la noche y pararme a hablar con la gente en medio de la calle porque siempre he sido muy noctámbulo y además padezco una de esas enfermedades que se llaman “huérfanas” de las que no se saben cuáles son las causas, pero que a mí me produce cansancio. Me cansa el trabajar. Así que lo de sereno me viene muy bien porque puedes pasear, charlar con la gente y cantar las horas y el estado del tiempo como hacían antes con aquello de “nublado y las 8”. O “sereno y las 9”. O “sereno y las 10”. O “borracho y las 11”. O “trompa y las 12”. A mí esto de
sereno me viene de vocación porque cuando era joven y salíamos de fiesta siempre me ofrecía para acompañar a las chicas borrachas a sus casas por ver si así podía por fin meterles mano. De eso nada, monada, me decían sus madres muy soliviantadas. Tú no la desnudas, ni le bajas las bragas, ni la metes en la cama, añadían muy farrucas en defensa de un supuesto honor de sus hijas que, por cierto, ya no se estila, ya no se lleva ni en las obras de Calderón de la Barca. Eso es muy antiguo, le decía yo a ellas, y lo del honor ya no luce, ni viste, señora, que está usted muy antigua. ¡Ay, las madres!. No entienden que aunque sus hijas sean un tesoro no baja la cantidad de lo recaudado, porque uno les meta mano. Confunden a sus hijas con monedas antiguas o algo así y creen que quieres llevártelas. Que no señora, que el culo y las tetas de su hija se quedan en el sitio y yo no me las llevo. Que si quieres…Me he pasado la vida luchando con las madres para que me dejaran bajarle a sus hijas las bragas, por ayudar, mayormente, pero me he encontrado siempre con su maleducada negativa y sus alegatos sobre extrañas cuestiones que imposibilitaban el ejercicio de mi precoz vocación serenil. Quiere uno ayudar y recibe bufidos, en fin, cosas de mujeres, sabe usted, que luego dicen que madres no hay más que una, pero yo me he encontrado a muchas. Y siempre las mismas.

Mobusi