¿Tenemos que hablar?...

He recibido un correo en el que me dicen “tenemos que hablar” y me he sobrecogido porque aunque uno es partidario acérrimo del dialogo, siempre que me han dicho “tenemos que hablar” he salido trasquilado. Porque “tenemos que hablar” es lo que me dijo el director del colegio antes de expulsarme, aunque en realidad creo que dijo “tú madre y yo tenemos que hablar”, que para el caso es lo mismo. “Tenemos que hablar” es lo que me dijo la primera novia antes de dejarme por un tío cachas que llevaba el paquete de tabaco en la bocamanga. “Tenemos que hablar” es lo que me dijo la segunda novia, antes de advertirme que tenía otro novio y que yo no era el oficial. “Tenemos que hablar” fue lo que me dijo la tercera novia cuando por fin se enteró de quién era el que le robaba las braguitas. Y ”tenemos que hablar” me lo dijeron mucho en la Marina antes de arrestarme. Así que eso de “tenemos que hablar” no me gusta nada, porque no es lo mismo que te diga “tenemos que hablar” un guardia civil en el ejercicio de su función jurisdiccional, que un director de banco después de haberte tocado la lotería. No es lo mismo que te diga “tenemos que hablar” un marido que se acaba de enterar de que su mujer le pone los cuernos, que una lectora que quiere saber si vas a escribir otra novela. No es lo mismo que te diga tu chica “tenemos que hablar” mientras se baja las bragas, que te diga "tenemos que hablar" cuando se las sube. O eso creo.