Antonio F. Marín: Que no somos un pueblo de bueyes

3 de enero de 2008

Que no somos un pueblo de bueyes


Los obispones no criticaron en su misa en la calle del domingo que con el presunto Partido Socialista la banca gana más que nunca, que los salarios han vuelto a sus niveles de hace 10 años, que la inflación ha rebasado el 4% , que Ibarreche ha anunciado un referéndum para la independencia en Octubre, que el precio de la vivienda ha subido un 5% y que el 20% los españoles viven bajo el umbral de pobreza mientras sube la luz, el butano, el agua y el gas tanto para ricos como para pobres, igual para todos, porque esa es la igualdad de los zapateristas, aunque suponemos que
la cursiprogresía de paletos nuevos ricos no compra bombonas de butano porque están más preocupados de acudir a la ópera.
Así que los obispones son unos benditos muy misericordiosos con el Gobierno porque de todo esto no dijeron ni media en la manifestación callejera del domingo y volvieron al rollito integrista del matrimonio homosexual y demás chuches, de siempre, porque es lo que vienen diciendo la Iglesia desde hace dos mil años y lo que seguirá diciéndo otros dos mil más, se pongan como se pongan los “casposos laicistas”, según la definición del socialista Francisco Vázquez. Polanco se ha muerto y la Iglesia sigue existiendo; Zapatero se morirá y la Iglesia seguirá existiendo, manque les pese.
Pero los obispos son unos benditos con el Gobierno, ya digo, aunque al Partido Zapaterista tampoco le preocupa lo de la banca y la pobreza, pues parece que sólo anda inquieto porque los católicos no tengan derecho a manifestarse en la calle (como hacen los terroristas), ni a la libertad de expresión para criticar al Gobierno. Dicen que la soberanía está en el pueblo, que es como decir que los semáforos están en las calles para ordenar el tráfico. Gracias por recordárnoslo, porque somos idiotas y no lo sabíamos.
Lo que ocurre es que estos “neofascistascon” del Partido Zapaterista que cobran por recibir críticas de los ciudadanos (incluidos los católicos), no respetan las libertades de los demás pues piensa el sumiso consentidor que todos son de su condición. Así que cuando el gurrumino “casposo” ve que los demás no se arrodillan ganapanes a su lado, se asombra, oh cielos, herejía, anatema, y reúne a la ejecutiva para denunciar que hay gente que es libre, que no se somete, que no quiere ser esclava como ellos que sólo aspiran a ser un pueblo de mansos. Un pueblo de borregos uncidos por la cursiprogresía biempensante. Qué asco de bueyes, que diría Miguel Hernández.

Mobusi