Los funcionarios de Justicia han llegado a un acuerdo con el ministro tras dos meses de huelga, porque se conoce que Zapatero no quería tomar posesión con los juzgados paralizados. Era un mal ejemplo. Empezar mal. No viste. Y lo que no se cedió en su día, se han cedido ahora (pedían 200 euros y han dado 190) porque los funcionarios de Justicia se han mantenido fuertes y no ha sido fácil doblegarlos, como era el propósito inicial para no dar una imagen de debilidad ante próximos conflictos.
Todo lo contrario de lo que ocurrirá con los débiles, con los profesores de filosofía, ya digo, que se manifestaron el sábado en Madrid para protestar porque el Gobierno de Zapatero le ha quitado contenido a la asignatura y ha reducida las horas lectivas para el próximo curso. Y no sé por qué se extrañan. Este Gobierno ha sustituido a Kant por Zerolo y Blanco, y ha impuesto la asignatura
de Educación para la Cursiprogresía, por cojones, en vez de la "Critica de la razón pura", quizás porque eso de criticar la razón pura es caer en la denostada crispación.
Es criticar por criticar y hay que ser tolerante y sumiso. No un kantiano crispador. Qué se creen los filósofos. En qué país se creen que viven. Se conoce que no se han coscado de que este es un país de Zapatero y chichinabo en el que se deja libres a dos mangantes multimillonarios que han estafado y que han sido condenados por sentencia firme, mientras se encarcela a unos pobres diablos por robar unas gallinas. Porque sí, señores, sí: la leyenda urbana de que en España se pueden robar millones, pero no gallinas, es cierta. Fidedigna.
Y es que eso de ser un país serio, responsable y ordenado es cosa de fascistas y nuestro muchacho de León nos ha traído un país divertido, entretenido y con un permanente recreo, en el que para paliar la sequia y llevar agua a Cataluña no se recurre a faraónicas obras públicas, qué dices, sino al entretenimiento tan diver de dejar que el agua dulce vaya al mar para que se sale.
Y una vez que esté salada y bien salá, se deja que baje por la costa hasta unos cientos de kilómetros más abajo donde esa agua salada se desala para meterla en un barco, recorrer de nuevo la costa hacia arriba y llevarla ya dulce al lugar en el que la arrojan dulce al mar para que se sale. Lo que pasa es que los fascista no tienen sentido del humor y no comprenden lo bien que nos lo pasamos salando y desalando agua.