Se ha muerto el ex presidente Leopoldo Calvo Sotelo, un hombre serio, culto y responsable que fue presidente del Gobierno en un momento muy duro, tras el golpe de Estado, y que si nos ponemos a compararlo con Zapatero, por ejemplo, resulta que llegamos a la conclusión de que es verdad eso que dicen de que las comparaciones "son odiosas". Sobre todo para el que pierde, claro, porque comparar a Calvo Sotelo con Zapatero es como equiparar a Juan Sebastián Bach con el Chikilicuatre.
Es como carear a un docto con un páparo cursiprogre, la dignidad intelectual con la insulsa menudencia o la sobria elegancia con el cursi del apartamento con piscina. Una evidencia de lo bajo que hemos caído cuando en Estados Unidos gobierna un tipo como Bush y en España un tipejo como Zapatero; el "sumiso consentidor" que deja huir a los que secuestran españoles porque es justiciero de las mujeres, eso dice el panarra, pero no le hace justicia a los
españoles a los que humilla con su paz de los cobardes, de los sumisos, de los pendejos, de los huevones.
Aunque tienen mucha cara. Como la de "El gran Wyoming, por cierto, aunque esa jeta no es porque sea feo, como dicen las malas lenguas, sino porque debe de ser la cara que se te queda después de haberle comido el coño a Maruja Torres o Almudena Grandes, en un caer en mientes.