Escándalo, es un escándalo; escándalo, es un escándalo, según cantaba Rafael, aunque la escandalera nuestra no viene porque un asesor de Zapatero se vaya de presidencia del Gobierno para asesorar a los constructores, cobrando del Estado (de nuestro dinero) y de los empresarios, sino porque la ley permita esta canonjía por aquello de que ancha es Castilla y a mí que me registren.
Que la ley consienta (una vez más) que un tipo como Taguas pueda ganar el 80% de su sueldo como ex director general y 300.000 euros más como asesor de las grandes empresas constructoras, justito, justito, después de haber dejado el Gobierno. Zaplana al menos ha dimitido como diputado antes de ir a Telefónica y aunque algo huele a podrido en la Dinamarca telefónica, no hay parangón entre ambos casos porque
uno dejó el Gobierno hace ya cuatro años y el otro lo acaba de dejar, aún tiene el sillón calentito y el hecho de pasar de asesorar a Zapatero a dirigir el lobby de las grande constructoras no es que huela a podrido, es que está corrompido.