O eso creo, porque me miras y no sé por qué me miras. O sí lo sé y no quiero saberlo. Pero para empezar me voy arrodillar para que me lo expliques, para oírte bien, para estar más cerca, para que me digas qué te preocupa, para que me lo cuentes todo porque sabes que me gusta oírte cuando vienes del trabajo y me cuentas lo que te ha ocurrió durante el día.
Soy todo oídos, todo boca y todo lengua porque te voy a comer entera de arriba a abajo mientras me hablas de los Índices de Precios al Consumo, de la balanza de pagos y de todas esas cosas que tanto me interesan. Mucho. Tú sigue hablando. Pero no me mires así, cariño, que yo de economía no entiendo; que lo mío son otras cosas como comerte enterita de arriba abajo.