La mujer del César no sólo debe de ser honesta, sino parecerlo. Eso decía Plutarco hace años, pero por aquí además de deshonesta, la niña nos ha salido puta,
eso parece, porque no es decente que un ministro de Justicia del Gobierno y un juez que investiga al partido de la oposición, se vayan de cacería mientras los implicados están en los calabozos. Aunque sean presuntos culpables.
Eso sólo puede pasar en la España de Zapatero, cantimpalo y pandereta del republicanismo cívico. O en la de Benito Musolini. Sólo les ha faltado llevarse a una folclórica para animar el sarao, con fino de Jérez y un grupo de palmeros en el mejor estilo de la España épica, eviterna y folclórica, con lazos rojo
y gualda de Isabel la Católica. Y con la medalla de Raimundo de Peñafort en la solapa.
Y no me extraña, ya digo, porque también hemos sabido que el número de orgasmos de la mujer crece según el dinero que tenga su pareja. Cuanto más dinero tenga el susodicho,
más orgasmos tienen ellas, que ya se sabe que son muy altruistas y románticas, y sólo follan por amor y todo eso. El trabajo no especifica si es con el marido o con otro, pero tampoco parece que importe mucho. La pela es la pela.
Uno ya se lo imaginaba, porque a las novias siempre les he regalado cebollas por aquello de contigo pan y lo que venga, pero ellas me han dicho que prefieren el circulante pues se conoce que con la cebolla no se pueden masturbar y prefieren el grifo de la ducha. Y de oro y diamantes. Así que a partir de ahora uno se deja de romanticismos y va a ir más a las cosas del follar, es decir, con las putas de toda la vida que al menos sabes el precio fijo, no especulan en bolsa y además no se corren. Son más sinceras. Y no se van de cacería con el ministro.