La mando al cuarto de Eddington por un asunto urgente. Aunque es tarde, los dos vuelven en un instante. Eddington se queda esperando mis instrucciones. No, no quiero que me prepare un carruaje. Quiero ver la polla de Eddington. El látigo de mi orden vence sus reservas. Acata mis deseos. La criada y yo miramos mientras él se desnuda. Tiene la cara roja.
Yo me pongo delante de él todavía con el corsé y los guantes y nada más. Clara mira fascinada. Eddington tiene los puños de la camisa doblados. Mi coño está expuesto a su mirada. Lo tenemos delante. Quiero ordeñarlo y verlo eyacular. La mano de Clara agarra la gruesa
polla e inicia los movimientos. El hombre jadea, tiembla y finalmente se vuelve dócil. Un órgano inmenso en manos de una ordeñadora experta.
De repente la polla se hincha más y empieza a sacudirse sin control. Los chorros comienzan a salir y el semen de derrama en el delantal almidonado. Debilitado, Eddington se afloja mientras las manos le arrancan las últimas gotas de simiente. Bruscamente le ordenamos que se vista. Está confundido, indeciso, cuando con toda calma lo echamos de la habitación. Siempre es así con los hombres. No entienden que cuando han acabado no sirven para nada. Qué tontos son. Qué tontos.
Nina la Dominadora
Autora: Titian Beresford
Editorial Sileno