Antonio F. Marín: Manicura, sexo, piercing y bragas

28 de abril de 2009

Manicura, sexo, piercing y bragas

La epidemia de gripe porcina se expande por el mundo y las farmacéuticas comienzan a subir en bolsa por aquello de que no hay mal que por bien no venga, para algunos, claro, para estas empresas que se lucran con la desgracias ajenas y no tienen sentimientos. Cosas del capitalismo salvaje y depredador.

Y de la política, claro, porque la ministra de Defensa ha declarado que "es un error creer que sólo lo militar acaba con la piratería". Y tiene razón, qué quieres que te diga, porque sólo con la policía no se acaba con la delincuencia, siempre habrá delincuentes, pero no por eso los policías dejan escapar a los ladrones con los botines como hace su

Gobierno. ¿Lo pillará o habrá que seguir poniéndole ejemplo como a los críos?

Como a Hanna Montana, por ejemplo, esa adolescente que no llega a lolita, ni nunca lo será porque está muy verde, y que ha escrito en su diario de Twitter que le gustaría vivir en España porque aquí los chicos son muy guapos. Pues vale. Es simpática y se hace querer, desde luego. Me cae bien.

Aunque no tanto como tú, cariño, con esas uñas tan cuidadas, con esa elección tan discreta del color y sobre todo, con ese corte muy adecuado para arañarte el culo con los ímpetus de la lujuria y no dejar marca. Por si las ve la novia, ya sabes. Piensas en todo. No se te escapa una. Eres un cielo.

Porque se te advierte impetuosa, felina y gata de pasiones y desenfrenos, aunque tanto color en el traje despista, la verdad, que pareces la iluminación de la feria de Sevilla y me distrae de lo importante que es mirarte las bragas; esas braguitas traslúcidas que permiten atisbarlo todo, el piercing, los labios y el alma.

Mobusi