Antonio F. Marín: Que la Resurrección nos libere de los tontos, amén

11 de abril de 2009

Que la Resurrección nos libere de los tontos, amén


Ya sabíamos que la estupidez no conoce límites o que es infinita (como nos recordaba Einstein), pero es que además no repara en gastos y es constante (como la velocidad de la luz). Así que una profesora de la UCAM se ha subido al púlpito de su cátedra y nos ha anunciado que la homosexualidad es una enfermedad que tiene cura. La tontería no tiene cura: naces tonto y te mueres tonto.

Pero hay más, porque la estupidez puede superarse así misma, dar tres volteretas, un salto del ángel con tirabuzón y, alehop, llega la Organización de Consumidores y pide que los antidisturbios disuelvan las procesiones de Semana Santa que luzcan lazos blancos

contra el aborto, al ser una manifestación y llevar los nazarenos la cara tapada, que está prohibido por la legislación vigente.

Si lucen lazos blancos para criticar el aborto es una manifestación y si es una manifestación no se puede llevar la cara tapada, dicen los listos. Que los antidisturbios disuelvan las procesiones, exigen jactanciosos en su pretenciosa memez que nos llevaría a disolver las chirigotas y charangas de carnaval que critican al Gobierno pues también se manifiestan contra él y llevan la cara tapada con caretas.

Así que a partir de ahora las chirigotas, cuya razón de ser es la crítica política, han de desfilar sin caretas ni disfraces si no quieren ser disueltas a manguerazos. O no hacer crítica política. Porque lo dicen ellos, los memos, pues la estupidez es intrépida, no conoce pudor y desafortunadamente estamos gobernados por idiotas. No es la conjura de los necios, es que los necios gobiernan por omisión, por dejación de funciones.

Tiene que haber un Dios y tiene que haber resurrección y otro mundo, para que podamos por fin librarnos de los tontos, porque el infierno no es un lugar lleno de fuego y todas esas bobadas que se han creído algunos, sino un lugar en el que te ves gobernado y rodeado por idiotas. Terrorífico. Una crueldad insoportable. Sólo pensar en ese infierno me hace hincarme de rodillas y rezar para que Dios me salve.

Mobusi