Un anuncio de Calvin Klein (yo a este tipo siempre lo he confundido con Kelvinator, el de los frigoríficos), ha desatado la polémica en Nueva York que ya sabemos que es una ciudad muy cosmopolita y escandalosa. El anuncio no es nada del otro mundo: tres chicos con una chica, pero uno se supone que habrían sido mayor las maeremías si en vez de tres chicos y una chica, se hubiera visto a un chico con tres chicas.
Entonces tendríamos a las bibianas de guardia tirándose de los pelos, tachándolo de machista, y bla, bla, bla. Pero son tres chicos con una chica, un vulgar trío (el de abajo se supone que es el novio), en los que yo siempre he querido participar pero, sorprendentemente, siempre me han dejado fuera. Decían no sé qué de que ellos eran amigos, pandilla, y a mí no me conocían, como
si ese pequeño detalle tuviera importancia porque yo tampoco los conocía a ellos y no tenía tantos remilgos.
Eso de que "es que no te conozco", o "nos acaban de presentar", me lo han dicho a mí siempre las chicas como excusa de mala pagadora, de mala folladora, porque tampoco es cuestión de realizar test de personalidad antes del fornicio, joder, que yo no sé a dónde vamos a ir a parar. Todo debe de ser culpa de los manuales de autoayuda esos de "conócete a ti mismo" que tanto abundan, porque si no te conoces tú a ti misma, lista, cómo quieres que te conozca yo.
Primero conócete a ti misma, gnosti te autvn (nosce te ipsum), y luego me das la oportunidad de que yo conozca lo que tú has conocido. Y mientras tanto follamos. Lo decía el frontispicio del templo de Delfos y lo creían Sócrates, Platón, Erasmo o San Agustín. Mucha gente, vamos. Una jartá. Menos ellas, claro, que quieren que las conozcas, cuando ellas no se conocen.
