Tienes una sonrisa preciosa. Te lo juro que te mueras. Y unos ojos preciosos, de verdad. No puedo dejar de mirar esos ojos. Y además me quedo embolicado mirando tu sonrisa. Ese gesto inocente de sonreír e inclinar la cabeza para decírmelo todo. No te muevas, por favor, que estás preciosa.