Antonio F. Marín: 30 aniversario de Blade Runner

21 de junio de 2012

30 aniversario de Blade Runner

La  mítica película de Ridley Scoot Blade Runner, ha cumplido 30 años desde su estreno. Una peli  que con el paso del tiempo se ha  convertido en clásica, de culto, según dicen ahora. La película fue un fiasco en taquilla e incluso no gustó mucho a la crítica, porque pilló  a mucha gente a trasmano.

Y es  una obra de arte, intemporal, que además te distrae y hace pensar, como el buen cine,  porque recuerdo una escena en la que un robot le piden explicaciones a su Dios (el hombre que los ha creado), sobre el porqué de que su vida se acabe y ya no puedan seguir viviendo.

Pero la salvedad con nuestra vida es que el hombre de la película fabrica al robot para servirse de él y el Dios que nosotros idealizamos no parece que creara al hombre para servirse de él, sino con los mismos propósitos con los que nosotros parimos y criamos a nuestros hijos: para que nos lleven al fútbol en la vejez.

Bueno, y para otras cosas, claro. Pero no parece que haya mucha diferencia entre el amor de padre del de arriba y el amor de padre que pueda tener el de abajo. Lo demás son rabietas infantiles ante la oscuridad de la noche, como la de aquella poeta adolescente que le pedía a Dios responsabilidades porque ella no había pedido nacer, la habían traído a la tierra contra su

voluntad y por consiguiente que se atreviera Dios, si se atrevía (se envalentonaba en su poesía), a echarle a ella en cara que quisiera acabar con su vida, que quisiera suicidarse. ¡Que se iba a enterar!

La ecuación era más o menos ésta: yo no he pedido nacer; no me critiques si me mato, o algo así de perspicuo, que ya se sabe que la ignorancia es muy intrépida o que a cierta edad se es muy arrojado. Porque la cuestión no radica en que Dios se vaya a inquietar por su intento de suicidio, sino que el que tiene que estar preocupadísimo por ello, y mucho, es su padre de la tierra que debería intervenir y aplicarle unos pertinentes azotes en su culito, si se tercia.

Se deduce pues que el padre nuestro que estás en los cielos es quizá un Dios más humano que el humano dios de Blade Runner, porque aquel quiere al hombre libre, tan libre que deja que mate y todo y no envía a un policía a sancionarlo, a retirarlo. En la peli La Misión un protagonista le dice a otro: “Dios no ha echado encima la pesada carga de la libertad”.
Así que a uno se le antoja que el padre nuestro que estas en los cielos ha creado al hombre como los humanos crean también a sus hijos: libres para que incluso no los quieran o los metan en una residencia de ancianos. Lo que pasa es que a veces, le pedimos a Dios lo que no le pedimos a nuestros padres (terrenales). Pero vayan a verla. Merece la pena.

Mobusi