Antonio F. Marín: Esta cobardía... (34)

14 de agosto de 2015

Esta cobardía... (34)

Fresquito. Esta mañana hace fresco y casi he estado a punto de cerrar la ventana. He visto amanecer mientras un señor gato se paseaba por el centro del Paseo, a sus anchas.

Mi madre decía que por aquí no hay gatos y sí los hay. Vaya que sí. Ella lo aseguraba porque José, el albañil que repara las tejas viejas, nos decía que las goteras se debían a que los gatos hurgan entre las tejas para buscar pájaros. Por aquí no hay gatos, afirmaba ella muy ufana. Pues lo hay, mami, y siento que no los puedas ver. Es otro mundo, el mundo de la noche, la "hora del lobo". Hoy no viene nada especialmente significante en los periódico. Un repaso rápido y ya está.

Ayer una amiga muy lúcida me dijo que todo lo que me pasa está relacionado con mi madre, que he estado cuidando durante 20 años y que al morir me he quedado sin objetivos en la vida. Puede ser. Eso me diría el psiquiatra. Y por eso no voy, aparte de por aquello que nos dijo  Boody Allen de que no estaba dispuesto a pagarle al psiquiatra para que le dijera que estaba enamorado de su madre.

Sal por ahí con tus amigos, me ha dicho alguna vez  Loli, la chica que limpia la casa. No tengo. Bueno sí tengo, pero están casados y  es como si no tuviera.  Y además a mí ya me aburre hasta salir a emborracharme, ergo, lo mío es grave. Gravísimo. Aunque no bebes para olvidar, como dicen, sino para que te olviden. Y estoy ya muy pasado de rosca y fuera de lugar. Nota: Me está dando ahora un fresquito en las costillas que a lo peor me produce 'la reuma', pero merece la pena trabajar a estas horas por el silencio y el fresquito. Luego, el sopor del bochorno.

Pero volviendo al asunto de mi madre y lo que me ocurre, es que no me ocurre nada. Los 'viejos verdes' del Paseo no me admiten porque soy muy joven y los jóvenes no me admiten porque soy muy  viejo. Así que sobrevivo en tierra de nadie, a solas, como siempre.  Recuerdo que la  Nochevieja pasada acudí a celebrarla al lugar que me correspondía, según me dijeron, es decir, al  Club de Tenis que era precisamente el lugar que menos me correspondía porque todas las chicas eran guapísimas, educadas y elegantes, pero de 25 para abajo. No es que pareciera el abuelo cebolleta, sino más bien  el bisabuelo cebolleta.

Aprecio mucho al presidente del club, Abelardo Pinar, pero me engañó vilmente. Por allí sólo vi a un hombre de mi edad y me pegué a él, pero me aclaró que en realidad estaba allí vigilando a su hija. Y entonces comprendí que estoy ya muy pasado porque voy por sitios por donde van las hijas de mis amigos, que me parece muy indecente.

La Nochevieja anterior la pasé con un amigo que aunque ande en 'busca y captura' es un tío muy legal.  Entonces no lo estaba y nos encontramos a las 11 de la noche en el aparcamiento de la Era, metidos en el coche, emborrachándonos con una botella de no sé qué licor caramelizado que le compramos a unos vecinos de la zona, porque todos los bares estaban cerrados y con la ceguera no habíamos previsto la provisión correspondiente de bebidas espiritosas.

Y nos dieron, las diez,   las once, y las doce campanadas dentro del coche en la soledad del aparcamiento mientras oíamos música. Recuerdo que sonó una canción y le pregunté quién era. Es Chiquitete, me dijo. Y me gustó. No recordaba qué canción era aquella,  pero el otro día se lo volví a preguntar y me aclaró que se trataba de Esta cobardía, de Chiquitete. Pues me gusta mucho, le dije.   Quién me iba a decir a mí que un hijo de los Rollings y de los años 80's, se iba a prendar de un tipo de canción que hace tiempo desdeñaba en plan esnob. Y revolviendo por ahí he encontrado la letra y, jolines y recóncholis, es que cuenta al milímetro una experiencia personal. Yo también me he guardado suspiros con manzanilla, para no delatarme. Tan lejos, tan lejos...que no espero nunca poderla alcanzar.

Pero es que tras trastear por sus canciones en Toutube me he encontrado algunas joyas como Volveré o Yo soy tuyo. E incluso se atreve con otros palos (que dicen los enterados) al cantar ni más ni menos que la  La quiero a morir de Francis Cabrel. No la he encontrado en Youtube, pero la tengo en mp3. Sorprendido porque no tengo ni idea de flamenco, nunca me ha apasionado (excepto alguna de Camarón), y sólo guardo en mi fonoteca tres de los Chunguitos que, eso sí, siempre me han gustado,  por "lo canalla". Sobre todo "Me quedo contigo". Y esto a cuento de qué venía. Pues no sé. Pero ha venido, sabe usted. Y al final he tenido que cerrar la ventana.

(Cieza, Diario de un  dromedario. 14 de agosto)

Mobusi