Antonio F. Marín: Globos y céntimos

9 de agosto de 2015

Globos y céntimos

El asesino siempre vuele al lugar del crimen, eso dicen, así que he vuelto a ver si mato a unos cuantos que me dejé en el tintero. Es que anda uno muy encorado porque desde que me aposenté y acolchoné junto al Paseo parece que vivo en la calle.

Hablan a gritos de un banco a otro, pasan motos cabalgadas por «hijoputas montados en un ruido», que decía Juanazos, ‘el de los perros’. O se arrejunta la berrea de críos que se persiguen con eso tan cinematográfico del «te quiero, pero, ¿tú me quieres?»

Y va la niña, se pone de morritos y se va al otro extremo del banco a donde el chico la sigue para sentarse a su lado y volver a preguntárselo mientras ella se levanta y se va al banco de enfrente entre el regocijo del respetable, de la chiquillería, que los aplaude según les va. Y así dos horas. Me dieron ganas de bajar y casarlos. A hostias, con perdón, porque
están hechos el uno para el otro pues son una pareja tan perfecta como los amantes de Teruel: tonta ella y tonto él.

A mi no me dejaron tontear y quizás por eso soy un viejo cascarrabias cuando de pequeño yo soñaba con ser un ‘viejo verde’ al que ya sólo aguanta el Lolo y María Jesús Riquelme, de la Era. Unos mártires. ‘Atie que chito’, te decían entonces cuando la vejez te pillaba tan lejos que era cosas de viejos.

Pensaba escribir una nueva novela y dejar aparte el «Diario de un dromedario (33)», pero no me sale porque tengo perpetradas dos novelas ambientadas en Cieza, pero la novela de este pueblo está por escribir. Me refiero a cuando descubrimos que Cieza y España eran más que esa manzana acaramelada con ribetes amarillos que nos vendían en los mercadillos de a cuarto y mitad la pieza, de bandera.

La novela de Cieza tiene que hablar de La Cueva, el Túnel, el Cerezo y de todos aquellos personajes que entre alcohol, el bicarbonato cálcico y otras especias, descubrimos que la vida es algo más que comer, follar y reproducirte.

Cuando nos asomamos a otros paisajes que no venían en las postales, ¿te acuerdas?...Era la inocencia del niño que no sabe que cuando te dicen ‘caca’ no te mienten porque de verdad es una mierda. Pero vivimos la vida, con perdón, y con el empeño de gozarla sin el corsé de la arquitectura encofrada con reglamentos.

Quisimos descubrir más mundo, otros mundos que dicen que están en este (aunque nadie los encuentre), y nos topamos con la certeza de que no hay nada más allá del tablao y la jeringuilla.

Y lo pagamos, a plazos, como se paga todo. No te escapas. Unos con la muerte, otros con la cárcel y otros con la pesadumbre de saber que la utopía es un parque de bolas, caramelizadas, que nos revenden poetas que ‘habitan’ y nunca los desahucian. O floripondios emperifollados de metáfora prefabricada con el mortero del sinónimo encasquetado con la paleta del hueco. Creo que seguiré buscando paisajes que no vengan en las postales. Junto a mi globo, que es mi único amigo. Y sólo cuesta 20 céntimos.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza. 

Mobusi