Antonio F. Marín: La traca (48)

1 de septiembre de 2015

La traca (48)

Downblouse
Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, que dijo no sé quién. Porque anoche me quedé hasta la una para ver la traca y esta mañana me he despertado a las siete. Te sales de la rutina y se va todo al carajo. Ahora tengo que recuperar el tiempo y se me jodido el día. Es que no puede ser: te programas para despertarte, pero el cerebro se rebela y no te obedece porque lo has sacado de su rutina y se rebela.

Y no mereció la pena trasnochar porque  la de este año ha sido muy sosa. Sólo ha tenido emoción al final. En esta temporada no han ido cambiando su velocidad para pillar a los que la corren y ha sido monótona y lenta durante todo el trayecto. Joder, parece que estoy comentado un partido de fútbol. Pues eso, que ni chica ni limoná. Sólo al final le han metido caña y no sé si habrán pillado a algún inocente.

Mientras esperaba me dediqué a mirar por mi serviola a las chicas que pasaban con top para verles desde arriba las tetas. Es decir, el canalillo y los pezones. Se llama downblouse sí, y como es natural es para pervertidos fetichistas. Si ellas anduvieran arriba y yo debajo sería upskirt, es decir, verles las bragas desde abajo, cuando  suben por una escalera, por ejemplo.  Tengo el doctorado en Perversiones y otras actividades obscenas. Y además he escrito miles de relatos sobre estos temas, y más fuertes. Y también he aprendido inglés gracias a mi perversión fetichista. Todos los tíos lo son, aunque yo sea el único que

lo reconoce. Me importa un pijo lo que digan de mí. El que no le guste, puerta. Que te vaya bonito y que la Magdalena te guíe.



Voy tan mal de tiempo que el camarero de enfrente ya está sacando las sillas de la terraza. Son las 07.15 y esta vez el que ha llegado tarde he sido yo. Ayer llovió  pero poco, con la remisa dejadez del que no quiere, del que no tiene ganas de currar. Llovió poco, nada, y no puede regar las macetas de la terraza interior porque cuando llueve de verdad, el cielo me hace el trabajo. Es que esto de ser amo de caso es muy jodido. 

Me cabo de dar cuenta de que Ruth Lorenzo está como un queso. Jaquetona y con tetas a la murciana, es decir, tetona a más no poder al haberse criado en la huerta. Todas las  de Murcia y pedanías tienden a ser tetonas, por la alimentación. Tienen fama en el resto de España. De guapas y tetonas a más no poder. Y tiene una voz potente, como la de Nina Hagen que fue cantante de ópera y se metió al pop con algunos temas muy buenos.

Me gusta de ella hasta la barriguita que le asoma, porque la mujer perfecta resbala y los defectos la hacen humana, aunque Diosa. Tiene una barriguita preciosa, aunque se nota que de tacones nasti, porque no sabe andar con ellos. Ésta es de las que se caen de los taconazos, por falta de uso. No importa. En  dos tardes la enseño. No problemo.

Ayer ella no estaba en los Valencianos. Su madre sí, pero ella no. Y tampoco en la biblioteca. Como siga así no hay forma de escribir una novela. Si el protagonista huye pues ya me dirás. Le tengo que reñir. Estaría leyendo. Con ella no hay diferencias culturales.

Aunque las relación de pareja (esto de la pareja me suena a animal) hay excepciones en lo del nivel cultural, claro,  como la de un amigo legia (legionario) destinado en Ceuta,  que me subía al barrio del Princípe porque allí no se atrevían a ir ni los taxistas. A él lo respetaban y me facilitaba el negocio. Eso sí, al bajar tenía que emborracharlo y eso hacía. Bebía como un cosaco, aunque yo lo tiré a él porque para mí los cosacos son unas nenazas.

Me acuerdo que señalaba nuestro barco blanco y sin cañones, y decía que nosotros éramos los señoritos del ejército. Y es verdad, porque navegábamos mucho más, pero cobrábamos también mucho más. Era un barco científico hidro-oceanográfico. Anda, que tengo yo que dar mi vida para que vosotros os paseéis en el yate, me decía. Y no, no era cierto, le replicaba yo, porque antes de una invasión en Marruecos, por ejemplo, íbamos nosotros los primero para sondear y ver si se podía hacer un desembarco. 

Una vez comprobado que los veriles eran adecuados porque el barco podía meter la proa en la playa (sin que las hélices tocaran la arena), se abrían   las compuertas y desembarcaban los infantes de Marina con el agua al cuello y el Cetme por encima de la cabeza sujeto con las dos manos para establecer una cabeza de playa (como en las películas, sí), es decir, que ellos iban los primeros y ponían el pecho para recibir las balas y una vez tomada la playa y cuando ya estaba todo tranquilo, venían las nenazas de la legión a proseguir la invasión tierra adentro. Pero la playa la tomaban los infantes de Marina y no la Legión.

Así que los primeros eran los barcos hidrográficos y los infantes de Marina. Y luego las nenazas de la legión. Y se cabreaba, pero era buena gente. Se había casado con una mora y llevaba viviendo en Ceuta muchos años. Era rudo, medio analfabeto,  pero muy noble. Más noble que muchos de alta alcurnia. Jamás te engañaba y siempre daba la cara, aunque se la partieran. Lo dejo. Tengo que trabajar en la novela, o nivola que decía Unamuno. Buenas noches y buena suerte. 

Cieza, La muerte pisa mi sombra (Diario de un serviola)  1 de septimbre, 2015

Mobusi