Antonio F. Marín: Un amor sin medida (32)

12 de agosto de 2015

Un amor sin medida (32)

Esta mañana me he entretenido corrigiendo completamente la columna de El Mirador, la entrego los miércoles antes de las 7, y todavía no me ha pasado nada que merezca ser contado. Los periódicos de la mañana vienen, como anoche, con las noticias del triunfo del Barça y la desaparición de las chicas de Cuenca. "Hoy nada", que escribía Pessoa en sus diarios.

Pero ayer vi una chica a lo lejos que le daba un aíre a otra que recuerdo mucho. Pero no era ella, eso creo, porque estaba más rellenita y su pelo era castaño. Ella es una morenaza, si no recuerdo mal porque hace años que no la veo. Lo cierto es que me gusta más  la rellenita que la flaca, suponiendo que uno fuera normal, que no lo soy. Jamás me he prendado de una chica por su físico y a la mujer que más he amado en esta vida sólo la he mirado a los ojos.

Recuerdo que me dijeron que estaba "muy buena" y  entonces caí en que no sabía cómo era su culo o sus tetas porque sólo me perdían sus ojos,  su mirada, su clase para moverse y su fuerte personalidad y carácter. Así que por mí como si la chica  engorda o adelgaza. Mejor que engorde y cuanto más mejor, porque entonces tienes más de ella para amar, tocar, amar y acariciar.

Tocas a más cacho de ella. Es más ella y disfrutas más de ella. El único inconveniente es que te cuesta más subirla en brazos  a casa.  Pero qué  pena me dan aquellos que sólo aman por el físico porque
ya nos previene el refrán de que dentro de unos años todos calvos. Y nosotros además barrigones, fondones y con la próstata quejumbrosa. La gente inteligente se fija en otras cosas, aparte del culo y las tetas.

En los sobacos, por ejemplo, digo, en su personalidad; en esa forma de ser con la que eres feliz aunque ni tan siquiera hables porque  la amas con sólo saber que existe. No sé explicarlo mejor, porque para eso están los poetas y yo en ese tajo soy muy malo. Y jamás había escrito ninguna.

Pero ya nos advertía san Agustín de que 'la medida del amor es amar sin medida.'  Precioso, aunque provenga de un santo ex-putero y ex-alcoholico. "Ama y haz lo que quieras -añadía-. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos".

Así que ama y haz lo que quieras porque "si callas, callarás con amor"; si le tocas el culo se lo tocarás con amor y si ella te azota el culito te lo azotará con amor. Esto último no es del santo, sino del que suscribe que a este paso lleva camino de la santidad.

PD.- La chica jaquetona, jamona, mujerona y rellenita de la foto no está señalando que le beses los pies (a mí no me va ese rollo fetichista), sino que te esperes ahí que va a abrir  sus muslazos para que bucees entre ellos y puedas comértelo enterito de arriba a abajo. Y de abajo a arriba.   Y a lo hondo, buceando mar adentro. 

(Cieza, Diario de un  dromedario. 12 de agosto)

Mobusi