Antonio F. Marín: Cuando ya no te queda nada por vivir, es que has vivido

20 de mayo de 2016

Cuando ya no te queda nada por vivir, es que has vivido

En las cercanías de la muerte, cuando ya lo has vivido todo y comido por lo servido, no ajustas cuentas contigo mismo porque ya te sientes cumplido, haito, harto y sólo deseas tener esa serenidad del trabajo cumplido, de haber emprendido todo lo soñado, de haberte equivocado y aprendido; de haber logrado lo minúsculo cuando aspirabas a lo más grande... Cuando ya no te queda nada por vivir, es que has vivido.

Cuando no te queda nada por vivir y por sentir, es que lo has hecho aunque tengas la cabeza llena de libido, de tinta,  pero la pluma no moje  y ya no puedas amar sexo con  sexo y sólo te quede   la pasión piel con piel,   la ternura, el arrobo  y miles de besitos de mariposa por todo su cuerpo y más  te quieros y te quieros, pues suena la música, cualquiera, y la miras desnuda en toda su majestad de Diosa que te gobierna y te concede el privilegio de ser su esclavo,
más, y más,
nunca menos:
más y más suyo si cabe,
que cabe,
pues disfrutas el privilegio de amarla encadenado a su goce, a su exclusivo placer porque tu único gozo es ver que ella lo tiene; porque tu felicidad depende sólo de que ella lo sea; porque la amas tanto que necesitas ser su esclavo como necesitas el pan y el agua hasta hartarte,
que no te hartas,
jamás,
y lo sabes ya que bebes  de su piel que  rezuma  amor y te empalagas de la espuma de placer que brota en manantial de su cuerpo que  bebes gota a gota, sudor a sudor,
ansioso
y tierno,
con una sed  insatisfecha  pues tienes hambre de ella, de comértela a besos y de decirles mil te quieros hasta que llegue el alba y te despiertes muslo entre sus muslos, pecho entre sus  pechos y  encadenado a sus brazos que te atan a ella, te abrazan  y te llevan a la gloria que es bendita
porque ella es Diosa,
y tú su fervoroso esclavo que la idolatras,
pues sabes que has nacido esclavo exclusivamente para ella, para amarla,  para su exclusivo placer,  pues tu destino es lograrlo, luchar porque siempre lo tenga  y vives la esclavitud que te da la vida pues  sin ella no eres nada,
ni nadie,
y solo puedes aspirar  a la nada de estar sin ella,  sin sus ojos, sin su mirado serena, sin la escultura de sus carnes que  te hacen hombre y esclavo que suplica más ataduras a su columna, sobrepasar más límites porque quieres que con ella no haya nada imposible, ni impedimentos, pues lo puedes todo,  con Ella, y eres invencible pues sabes que tu felicidad sólo consiste en ser su más ferviente esclavo,
tan poco,
y tanto, 
porque se te esponja el corazón con sólo sentirlo y saber que te ha admitido en su serrallo de

adoración, esclavitud y deseo.


Qué importa que ya no puedes ahondar en ella;  qué importancia tiene cuando sabes que un esclavo no es digno de profanar el sagrado templo de su sexo para quedarte aprisionado entre sus labios y hospedarte allí  quieto,  muy quieto, y  sentirla plena, abierta, acogedora y prisionero en su mundo, en el Mundo, pues el Mundo es ella y no hay más tierra firme donde  abandonarte y poder perderte que en su carne,  su piel;  en el abismo de su sexo que adoras y lames con devoción
con misticismo,
porque es la unión mutua del éxtasis,  de la bendita castidad por Ella  pues no quieres tener ningún placer que no sea de Ella, sólo de Ella y que Ella misma te provoque y te permita,
como Diosa que es, 
pues quieres profesar en Ella, ser Ella, estar en Ella y sentir lo que siente  para saber qué se le antoja y ofrecérselo todo, todo, ¿me oyes?... todo incluido el altar de tu cuerpo por si quiere oficiar en él el rito de tu entrega,
total y absoluta,
completa

desnudo en alma sin cuerpo pues tu cuerpo es ya el de Ella y en Él profesas, beato, porque el amor te sublima y hace que te sientas  como un monje ante su Diosa, gracias a Dios, porque a ti  te parece poco estar rendido, casto,  limpio y en ayunas para poder recibirla desnudo, darle la bienvivida, entregarle las llaves de la casa, de tu casto placer que la adora  y vestirte de Ella para  ofrecérselo todo, absolutamente todo, pues sólo rezas para que  goce y disfrute al saberte suyo, completamente suyo,
entregado,
y feliz, muy feliz,
porque lo eres al sentirte  amado y pleno, realizado y  completo como hombre y como ser humano,  pues sabes que con tu deliciosa esclavitud de Diosa,  Ella es más mujer y a ti te ha hecho más hombre.

Y lo copias  a mano en un folio, lo firmas y lo dejas  en la bandeja en la que le llevas el desayuno a la cama junto a unas flores que acabas de robar en el Paseo.


Buenas noches, amor mío, y buenos días.

Agenda: Arreglar la lámpara del dormitorio. Cambiar la saya de invierno por las de verano en la mesa camilla. Arreglar el pie de las macetas y sacarlas al pasillo (está en la cámara). Marcar esta entrada del bog. Casi seguro que entra en el libro, aunque luego me arrepienta de haberla hecho publica. Es que hay que ver las cosas que se me ocurren porque siento y escribo tras muchos días en castidad voluntaria. Me estoy volviendo un pervertido. Bueno, ya lo era, pero ahora muchísimo más. Ya conocía esta sensación pues recurrí a ella para las escenas de sexo de  mis cuatro  novelas. Estuve meses. Y he vuelto. Pero es que ahora es peor. Entonces...entonces no había nadie.

PD.- La castidad impuesta o voluntaria no te saca lo que NO LLEVES dentro porque milagros no hace, aunque lo facilita una barbaridad. Exageradamente, quizás. Y da miedo porque te lo saca todo.  Sin miedo.

Mobusi