Antonio F. Marín: La avaricia rompe el saco

2 de enero de 2009

La avaricia rompe el saco


Ya tenemos flamante año nuevo con frescor a tergal almidonado, pero lo hemos empezado como siempre, como lo terminamos, es decir, con dos guerras (en Gaza y el Congo), por aquello de ser coherentes y no variar nuestros conceptos de un día para otro. No está mal. Poco a poco nos vamos superando, seguimos evolucionando y la humanidad ya es capaz de mantener dos guerras al mismo tiempo mientras Obama, nuestro Salvador, sigue jugando a golf en Honolulú
pues tiene que descansar antes de traernos el cielo que nos tiene prometido.

Un nuevo año que se aventura chungo, eso me temo, porque no me había percatado de la gravedad de la crisis, la creía ajena, hasta que el otro día vi una larga cola ante la oficina de empleo y otra más tarde ante la administración de loterías. No hay duda, me dije: estamos en crisis. Y en una crisis que por una vez "ha hecho justicia", que se dice, pues también le ha pillado a los ricos, a los millonarios, a los que su avaricia les ha roto el saco, según ese aserto que decíamos los niños cuando jugábamos a las canicas. Aunque se conoce que algunos adultos no han sido niños o se les ha olvidado el magisterio de la infancia que aconseja no querer besar siempre a todas las niñas. Al mismo tiempo.

Pero la crisis ha "hecho justicia", eso dicen, porque me acabo de enterar de que Almodóvar, ese insigne cineasta cursiprogre que ha denunciado conjuras y golpes de Estado, ha sido pillado en la estafa Madoff de aquellos codiciosos que no conformándose con ampliar sus millones con un 4% de las letras del Tesoro (pongamos por caso), querían pillar porcentajes del 20 y el 30% que es sabido que gusta mucho a avaros y demás gente de lijar los saldos de los bancos para exprimir hasta la última viruta.

Para exprimir hasta el último regüeldo de la cuenta corriente mientras abogan por salvar a todos los pobres del planeta, pero con el dinero de los demás pues el suyo lo atesora y cobija el tal Madoff, por si las mocas. Aunque las moscas se lo han tragado y yo que me alegro de este mal ajeno.
Tengo que confesarme.

Mobusi